A VIRUES MI PUEBLO
En una depresión
que el río baña
se encuentra un pueblo
que Virues se llama.
En un pequeño cerro
dos barrios separados
por un dormido arroyo
se encuentra recostado.
Sus empinadas cuestas
sus curvas muy cerradas
difíciles resultan
para ser circuladas.
De piedra son sus casas
arabigas sus tejas
por eso las más viejas
se encuentran reformadas.
En lo más alto del cerro
se encuentra la espadaña
de una iglesia muy vieja
que el pueblo reza y guarda.
En su triangular torre
en aberturas falsas
con hierros sustentados
se encuentran sus campanas.
Campanas que anunciaban
con sus variados sones
los bautizos y muertes
los fuegos, las tormentas
los rezos y las fiestas.
Sus calles y sus eras
de hombres niños y animales
con sus quehaceres diarios
en tiempos ya pasados
de bullicio llenaba el vecindario.
En verano corrí por tus caminos
de polvo llené mis alpargatas
y en el gélido invierno por tus calles
pantalones y botas salpicadas.
De agua y barro quedaban inundadas
la alegría acompañaba a travesuras
que en mentes juveniles y alocadas
con ritmo regular se sucedían
y a veces en desgracias se trocaban.
Las madres con firmeza reprendían
sus manos con celo excedían
calentando los glúteos traseros
ó carrillos al rojo señalaban.
Las cerezas al cura le robamos
confesor más tarde del pecado
las peras y ciruelas le mangamos
a Valen y Jeś us que eran sus amos.
A enfermeras y médicos jugamos
el instinto juvenil alimentamos
de unos niños sin malicia acariciamos
los placeres que más tarde nos negaron.
El pueblo estaba vivo
reinaba la alegría
a pesar de estrecheces
que la gente asumía.
Hoy el silencio es
la mortaja fría
que envuelve todo el lugar
desde la noche al día.
Pasado ya el verano
que vuelve la alegría
el cementerio es
el sitio más poblado
que te hace compañía.
Manolo el del Molino. Amurrio 28-02-2014
En una depresión
que el río baña
se encuentra un pueblo
que Virues se llama.
En un pequeño cerro
dos barrios separados
por un dormido arroyo
se encuentra recostado.
Sus empinadas cuestas
sus curvas muy cerradas
difíciles resultan
para ser circuladas.
De piedra son sus casas
arabigas sus tejas
por eso las más viejas
se encuentran reformadas.
En lo más alto del cerro
se encuentra la espadaña
de una iglesia muy vieja
que el pueblo reza y guarda.
En su triangular torre
en aberturas falsas
con hierros sustentados
se encuentran sus campanas.
Campanas que anunciaban
con sus variados sones
los bautizos y muertes
los fuegos, las tormentas
los rezos y las fiestas.
Sus calles y sus eras
de hombres niños y animales
con sus quehaceres diarios
en tiempos ya pasados
de bullicio llenaba el vecindario.
En verano corrí por tus caminos
de polvo llené mis alpargatas
y en el gélido invierno por tus calles
pantalones y botas salpicadas.
De agua y barro quedaban inundadas
la alegría acompañaba a travesuras
que en mentes juveniles y alocadas
con ritmo regular se sucedían
y a veces en desgracias se trocaban.
Las madres con firmeza reprendían
sus manos con celo excedían
calentando los glúteos traseros
ó carrillos al rojo señalaban.
Las cerezas al cura le robamos
confesor más tarde del pecado
las peras y ciruelas le mangamos
a Valen y Jeś us que eran sus amos.
A enfermeras y médicos jugamos
el instinto juvenil alimentamos
de unos niños sin malicia acariciamos
los placeres que más tarde nos negaron.
El pueblo estaba vivo
reinaba la alegría
a pesar de estrecheces
que la gente asumía.
Hoy el silencio es
la mortaja fría
que envuelve todo el lugar
desde la noche al día.
Pasado ya el verano
que vuelve la alegría
el cementerio es
el sitio más poblado
que te hace compañía.
Manolo el del Molino. Amurrio 28-02-2014