SANTO DOMINGO DE SILOS: Buenos dias marcelino, un cordial saludo para ti y...

VIVIENDO LA NATURALEZA
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Tiene el aspecto bonachón de Santa Claus y se da más que un aire al Hemingway mejor alimentado que se recuerda y, si embargo, si no lo delatara esa inequívoca apariencia foránea, cualquier visitante creería que se trata de un vecino más de Santo Domingo de Silos, quizás uno de los más campechanos, populares y entrañables: todo el mundo le saluda, departe un rato con él, le llama por su nombre de pila, le pide consejo, ayuda. Él atiende a todos: acompaña a uno al monte; lleva al otro al monasterio; hace de guía por los parajes del entorno; ejerce de traductor con los turistas extranjeros que lo necesitan... «Le conocen hasta las piedras», resalta uno los habituales de la villa. «Cualquier día le nombran hijo adoptivo de Silos», apunta otro. Se llama Marcel Versall, tiene 68 años, es natural de Luxemburgo y es la suya una historia de amor por el que considera el lugar más maravilloso de la tierra.
Llegó por primera vez hace más de veinte años, atraído por el románico. Fue un flechazo. Quedó hechizado por Silos: por su arte, claro, pero también por el canto gregoriano de los monjes y por la naturaleza que rodea este rincón del mundo, de la Yecla a la peña Carazo, del Valle de Mirandilla a los sabinares del Arlanza. Sin embargo, resultándole atractivos estos regalos del hombre y de la naturaleza, nada seduce más a este singular personaje que el madrugador concierto que ofrecen cada día los pájaros, especialmente los ruiseñores que, como protagonistas de una ópera, actúan desde las copas de los árboles para deleite de los más refinados oídos. Para Marcel, o Marcelo, como le dicen muchos en el pueblo, representa el canto más hermoso que se puede escuchar, y lleva veinte años haciendo grabaciones de ellos, confeccionando una discoteca ornitológica de primera magnitud.
«Es algo único, increíble, maravilloso», dice este afable luxembugués, cuya rutina de buena mañana cada vez que visita Silos (unas cuatro o cinco veces al año) está emparentada con el canto: suele asistir a las seis de la madrugada a los oficios de maitines y cuando sale, todavía envuelto por la bruma milenaria del gregoriano, se pierde entre las huertas que se extienden a los pies del cenobio con su aparato de grabación en la mano para captar otro canto ancestral y telúrico: el que le ofrecen las aves que anidan en el entorno. «Es imprwesionante. Disfruto de verdaderas batallas musicales entre ruiseñores, de árbol a árbol. Me encanta estar en medio de ese combate. De verdad es impresionante. Yo ya se lo he dicho de broma a los monjes: los pájaros cantan mejor que ellos», exclama exhibiendo una ancha sonrisa.
La pasión que por la naturaleza siente Marcel quizás haya que encontrarla en que su padre era guarda forestal; fue él, confiesa, quien le enseñó a amarla, a distinguir la flora y la fauna. «Pero en ningún sitio disfruto más de la naturaleza que aquí, en estos paisajes del entorno de Silos». Los conoció de la mano de uno de los monjes, el hermano José Luis, quien le enseñó todos los caminos y rincones, también los más ocultos y secretos. «Íbamos de Ura a Castroceniza; de Carazo a Mirandilla... Me lo conozco perfectamente. Aquí soy muy feliz. Silos es como mi segunda casa. Casi como una patria, aunque esta sea una palabra demasiado solemne. Conozco más gente aquí que en Luxemburgo. Porque no sólo me gusta el arte y la naturaleza, también sus gentes, que son maravillosas», subraya Marcel.
Este original luxemburgués tiene patente de corso en Silos: entra en la abadía como Pedro por su casa, disfruta de la paz única de su interior, departe con los monjes. «Me siento uno más. Y esto me hace sentir muy orgulloso». En la biblioteca del milenario cenobio hay desde hace tiempo varios discos de cantos de pájaros grabados por él. Camina Marcel por las huertas, recortada la silueta del monasterio unos metros más allá. Un visitante le detiene, le saluda con efusividad. « ¡Es el super hijo adoptivo de Silos!», exclama. «Le conocen en todo el pueblo y en sus alrededores. Es muy famoso. Es toda una institución», apostilla. Sonríe con timidez Marcel, un tanto azorado, envuelto a esta hora de la mañana por la banda sonora de su vida: esa que componen para él, y para quienes compartimos ese instante, los seres alados que se ocultan entre las hojas de los árboles, esa creación celestial capaz de poner en pie a la primavera.

Fuente: Diario de burgos de hoy.
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Buenos dias marcelino, un cordial saludo para ti y para todo el foro, pero hoy incluyo otro saludo para essa entrañable persona, Marcel que es para todos vosotros querido
Respuestas ya existentes para el anterior mensaje:
muchas gracias a tí y a todas las personas con buen voluntad que se alegran con las cosas lindas y las personas que las persiguen. Un abrazo.