Aunque mis raíces están profundamente ancladas en Bustillo del Páramo, porque allí me hicieron nacer hace ya muchos años y allí viví con mis abuelos gran parte de mi infancia, de hecho proceden de Santibáñez, porque de allí era mi padre, el cantero de Santibáñez, el que, junto a su hermano, el cantero de la pinta, tantas casas dejaron diseminadas por la meseta burgalesa; entre ellas está la pequeña escuela de Villaute que hoy disfruta un vecino del pueblo, a quien el ayuntamiento se la vendió, para convertirla en un hermoso merendero. " ¡Y la hicimos en una semana!", me decía mi padre, orgulloso de haber contribuido a su modo a la difusión de la cultura.
Mi padre y mi tío eran aquellos canteros que dejaban su sudor cavando a mano los cimientos de una casa y no terminaban hasta colocar, también con la frente humedecida, la bandera en la cumbre del tejado. Pertenecían a esa serie de arquitectos anónimos cuya arquitectura popular hemos admirado durante tantas décadas y que hoy vemos convertirse en ruinas vencida, más que por el tiempo que, a decir de los antiguos romanos, puede con todo, por el abandono del medio rural en busca de las grandes ciudades.
Quizá algún día me decida a sacar del baúl de mis recuerdos infantiles alguno que aún conservo de este entrañable pueblo de Santibáñez. Chindasvinto
Mi padre y mi tío eran aquellos canteros que dejaban su sudor cavando a mano los cimientos de una casa y no terminaban hasta colocar, también con la frente humedecida, la bandera en la cumbre del tejado. Pertenecían a esa serie de arquitectos anónimos cuya arquitectura popular hemos admirado durante tantas décadas y que hoy vemos convertirse en ruinas vencida, más que por el tiempo que, a decir de los antiguos romanos, puede con todo, por el abandono del medio rural en busca de las grandes ciudades.
Quizá algún día me decida a sacar del baúl de mis recuerdos infantiles alguno que aún conservo de este entrañable pueblo de Santibáñez. Chindasvinto