Tumba antropomorfa alrededor del Torreón del Castillo, CASTROVIDO

EL CASTILLO
Castrovido debe su nombre a Don Vito, compañero de Gonzalo Gustios, al que se le encargó la difícil tarea de repoblar esta villa y defender el paso sobre el Arlanza de las incursiones árabes. Para ello edificó en el reinado de Alfonso III (866-910), coincidiendo con la prosperidad territorial del reino asturiano, un torreón defensivo sobre el empinado monte que corona la población.
El Torreón del Castillo, ahora restaurado en parte, fue reconstruido sobre restos de otro más antiguo por don Pedro Fernández de Velasco en 1380, año en que funda mayorazgo en Salas a favor de su hijo Juan. La torre está realizada de mampostería de arenisca y sillería en las esquinas, trabada con argamasa de cal y canto y arena. Los restos demuestran que existió una cerca que bordeó toda la cima del cerro.
La subida a la atalaya medieval ofrece el progresivo descubrimiento de un emplazamiento privilegiado. La ermita de la Virgen del Carmen, de recuerdos prerrománicos, con tumbas antropomorfas en sus proximidades, nos sale al paso como testigo silencioso de una memorable antigüedad.
Con el avance de la Reconquista, la fortaleza iría perdiendo valor estratégico quedando abandonada a la indulgencia del tiempo.
En la primera década del siglo XXI sus milenarias ruinas fueron restauradas para darles un uso lúdico-cultural y de divulgación de la historia de la comarca.
Hoy el torreón, majestuoso y dominante, no es solo una maravilla arquitectónica, sino también un balcón al pasado. Se puede acceder a su terraza, desde donde se puede apreciar una vista panorámica impresionante del paisaje circundante.
El Castillo de Castrovido, se erige como un hito evocador que ha sabido resistir los embates del olvido y la destrucción. Un centinela silencioso que ha sido testigo de innumerables amaneceres desde el siglo IX.