“Salvador Amaya,
escultor de gran dominio técnico cuyo
Monumento al peregrino junto al Antiguo
Hospital del Rey en
Burgos denota la huella de los renacentistas italianos y de los grandes maestros del clasicismo escultórico español [...]De la misma manera que al Apostol Santiago, tambien se ha adornado a María bajo la advocación de
Virgen Peregrina, e incluso a
Cristo. En esta última categoría puede inscribirse el Monumento al peregrino de Burgos, obra del madrileño Salvador Amaya, cuya inauguración tuvo lugar el 22 de julio de 2004,
fruto de una donación a la ciudad de la Fundación Cofares. Queda situado junto al Hospital del Rey -actual Rectorado y Facultad de Derecho de la Universidad de Bugos-, qu een su día constituyó uno de los más importantes centros asistenciales de la ruta jacobea. El conjunto se compone de un pedestal de
piedra blanca de Hontoria sobre el que se eleva una
escultura trabajada en bronce patinado de 2,20 metros en la que Salvador Amaya denota su buen hacer en el
campo de la escultura figurativa merced a la lección aprendida de su padre Marino Amaya y a la influencia de maestros como Mariano Beliiure, Aniceto Marinas, Agustín Querol, y sobre todo, Juan de Ávalos, quien se convierte en referente de sus grandes conjuntos monumentales. El resultado es una obra de gran rigor técnico que se ajusta a la pauta academicista interpretada con libertad, como puede comprobarse en la imagen burgalesa que muestra a un peregrino en posición sedente, descansando, con la indumentaria y atributos que le son propios y entre los que no falta el bordón, la calabaza y las conchas con que decora la esclavina y el sombrero que sostiene en su mano izquierda. Sin embargo, tanto los rasgos físicos como la serenidad y dulzura que emanan de su rostro, propician que la obra se identifique más con la imagen de Cristo que con la del clásico peregrino. A ello contribuyen igualmente otros detalles, como la presencia de un
pan junto a la calabaza, en clara referencia eucarística, o la inscripción del pedestal que alude tanto al viaje a la tumba del Apostol como al viaje de la vida. Alejándose de la estampa característica del peregrino, Salvador Amaya desea profundizar en la dimensaión religiosa del
Camino por cuanto, al igual que ocurriera con los ´discípulos de Emaús, Cristo sale al encuentro del romero para invitarle a reflexionar sobre el sentido de su vida. Apela así el escultor al sentimiento interior de cada uno de los peregrinos que emprende el Camino.”