La Catedral y la última luna del invierno, BURGOS

La Catedral de Burgos es el monumento más destacado de la ciudad de Burgos. Fue declarada Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO en 1984.

La primera piedra se coloca en 1221. Los promotores fueron el rey Fernando III el Santo y el obispo Mauricio. Consagrada definitivamente en 1260 bajo la advocación de Santa María la Mayor. Vino a sustituir un antiguo templo románico erigido en el reinado de Alfonso VI. Ampliada y enriquecida en sucesivas épocas con el espectacular claustro, el cimborrio y con numerosas capillas de distintos periodos artísticos. En ella han dejado su huella Felipe Vigarny, Juan, Simón y Francisco de Colonia, Juan de Vallejo, Gil y Diego de Siloé, y otras tantas figuras de nuestro arte.

La catedral consta de planta basilical de cruz latina, de tres naves con girola. La nave central es más alta y ancha que las laterales. Alcanza unas dimensiones de 84 por 54 metros. El crucero tiene una sola nave. En su intersección con la central, se levanta el impresionante cimborrio. Cuenta con cincuenta metros de altura, reconstruido por Juan de Vallejo entre 1540 y 1568. Descansa sobre cuatro enormes pilares que soportan una linterna octogonal, rematada por una asombrosa bóveda de estrella calada que permite el paso de la luz. En el suelo, bajo el cimborrio, una sencilla losa de mármol cubre los restos de Rodrigo Díaz de Vivar, el Cid Campeador, y de su esposa doña Jimena. Allí fueron trasladados desde el monasterio de San Pedro de Cardeña en 1921, coincidiendo con el VII Centenario de la catedral.

El alzado de la nave central responde a la característica secuencia gótica de arcada, triforio y ventanales. Las cubiertas son bóvedas góticas sencillas, con nervadura longitudinal de refuerzo en la nave central y cuatripartitas las laterales. Solo en aquellos lugares más próximos al cimborrio, fueron sustituidas por bóvedas estrelladas con nervios combados.

En el exterior, llaman la atención las elegantes agujas góticas. Rematan las dos torres de la fachada principal de Santa María. Obra de Juan de Colonia a mediados del siglo XV. Merecen una detenida contemplación las fachadas de la Coronería y Sarmental. También la parte exterior de la Capilla de los Condestables, con su magnífica decoración escultórica. Resaltan los escudos de los Velasco y los Mendoza.

En el interior del templo encontramos la simpática figura del Papamoscas. Este autómata da las campanadas del reloj, mientras abre y cierra la boca. Es posiblemente del siglo XVI. Completado por el relojero Francisco Álvarez en el año 1743. A su lado el Martinillo, que anuncia los cuartos de hora, contempla la escena desde un balcón entre dos campanas.

Entre las numerosos capillas de la basílica burgalesa, sobresale la capilla de la Purificación o de los Condestables. Es una auténtica catedral dentro de otra catedral. Edificada entre 1482 y 1494 por Simón de Colonia. Fue encargada por los Condestables de Castilla, Pedro Fernández de Velasco y su esposa Mencía de Mendoza. Concebida como monumental panteón funerario, presenta planta poligonal cubierta por una atrevida bóveda estrellada calada en su centro. En su interior, un valioso conjunto de obras de arte como el propio sepulcro de los fundadores, posible obra de Felipe Vigarny. Impresionantes son los retablos que decoran la capilla, ejecutados por el propio Vigarny y Gil y Diego de Siloé.

Otras capillas de especial relevancia son la de Santa Ana, la de la Natividad de la Virgen y la de Santa Tecla. En ellas se conjuga una armoniosa combinación entre estructuras arquitectónicas de relieve y elementos de carácter decorativo incorporados a lo largo del tiempo a la primitiva fábrica del siglo XIII.

También en el interior, llamará nuestra atención la majestuosa Escalera Dorada, proyectada en 1519 por Diego de Siloé, y los relieves del trasaltar, con ciclos de la Pasión. Tres de los cinco obra de Felipe Vigarny.