En 1221, el obispo Mauricio puso la primera
piedra de la nueva
catedral de
Burgos, que se convertirá en el
edificio más emblemático del
gótico español.
Siguiendo patrones góticos franceses y coetánea de las grandes
catedrales francesas de la región de París, su construcción fue llevada a cabo a lo largo del siglo XIII, al menos en cuanto a su estructura
gótica principal se refiere:
iglesia de tres naves con girola y nave de crucero,
capillas absidales,
portadas y
claustro; añadiéndose en los siglos XV y XVI nuevas obras arquitectónicas, como las agujas de la
fachada principal, la
capilla de la Presentación del Señor o la de los Condestables, y el cimborrio sobre el crucero, elementos del Gótico flamígero y del Renacimiento que dotan al templo catedralicio de su perfil inconfundible. Las últimas obras de importancia llevadas a cabo en el siglo XVIII, la Sacristía y la capilla de
Santa Tecla, corresponden ya al período Barroco, momento en el que también se modificaron las portadas góticas de la fachada occidental.
En su interior se conservan importantes obras de los principales artistas de cada momento histórico, como el arquitecto Enrique, los arquitectos y escultores Juan, Simón y Francisco de Colonia, los escultores Gil y Diego de Siloé, Felipe de Bigarny, Rodrigo y Martín de la Haya, Juan de Anchieta, Juan Pascual de Mena o el arquitecto Juan de Vallejo, autor del impresionante cimborrio del crucero.
Posee, asimismo, espléndidos elementos decorativos y mobiliario litúrgico, tales como tablas flamencas, pinturas de Alonso de Sedano, Jan de Beer, Sebastiano del Piombo, Andrea del Sarto, Mateo
Cerezo o Juan Ricci, entre otros muchos, además de cálices, copones, custodias, tapices y ropas litúrgicas de extraordinario interés
artístico.