Parroquia Nuestra Señora del Rosario en Fuentecillas, BURGOS

Raíces y primeros momentos: Nuestra comunidad parroquial nace, desmembrándose de la Parroquia de San Pedro de la Fuente, el 5-3-2.003 (miércoles de Ceniza). La toma de posesión de D. Gregorio Alameda Andrés como primer párroco tuvo lugar el 16-3-2.003 en la Parroquia madre de S. Pedro. Allí “señaló como centro de la nueva Parroquia a Cristo-eucaristía; la devoción tierna y filial a María como uno de los objetivos de la espiritualidad de los fieles de la misma; el cultivo esmerado de las vocaciones al sacerdocio y a la vida consagrada ante la gran carencia actual de las mismas; la atención a las necesidades de los residentes en la nueva Parroquia y la vida de comunión a cultivar entre todos los fieles que la compondrán”.

Y expresó sus grandes anhelos: “Que el Señor y Nuestra Madre la Virgen del Rosario bendigan esta comunidad que ahora nace, a los que nacerán y crecerán en la vida de hijos de Dios en ella; a los que celebrarán su fe, se formarán en ella, y se fortalecerán con la Palabra de Dios y los Sacramentos y esta bendición alcance a todos los que por diversas circunstancias entrarán en relación con esta Parroquia a lo largo de los años. Que todo sea para la mayor gloria de Dios y de la santificación de sus hijos e hijas”.

La actividad celebrativa parroquial se desarrolló en el chalet María Cristina hasta que se pasó a unos bajos de la Plaza Tesla (el 13-7-2.003). Finalmente el 7-10-2.006 se consagró el templo y se inauguraron las demás instalaciones parroquiales actuales. La titular de la Parroquia es Nuestra Señora del Rosario. La razón es muy sencilla: estar en el Año del Rosario cuando se decide su creación.

En el templo parroquial moderno, luminoso y con planta de concha destacamos en lo artístico: una pila bautismal románica (del s. XIII) procedente del monasterio de S. María de Ríoseco en Incinillas y un retablo barroco (s. XVIII) procedente del pueblo burgalés de Loranquillo (hoy deshabitado).
Entre las imágenes de la Virgen María destacamos dos:
La de la Virgen de la Rebolleda. Se trata de una de las imágenes más antiguas (transición del románico al gótico del s. XIII) que se conserva en la ciudad de Burgos. La devoción a esta advocación arranca al menos de la época del conde Diego Porcelos (s. IX) pero puede que sea incluso anterior (¿época visigótica en el s. VI?) y estuvo cobijada en una ermita que había en esta zona a las afueras de la ciudad. Viene caracterizada como una Virgen sedente que sostiene sobre su regazo al Niño Jesús, quien a su vez bendice y sostiene la bola del mundo. Es una invitación continua a entrar en sintonía agradecida con la devoción mariana de nuestros antepasados.

La de la Virgen Blanca del Contenedor. Materialmente es una copia en escayola de una escultura realizada por Miguel Ángel (1.501-1.504) y que se encuentra en Brujas (Bélgica). Su singularidad radica en la expresiva comunicación existente entre madre e hijo (a través de sus manos casi se palpa la comunión de amor y sufrimiento que se atisba en sus rostros) y en su historia pues la imagen fue rescatada de un contenedor de basura de obras (de ahí en nombre) donde la habían depositado. Contemplarla es un canto a la esperanza en los pequeños gestos y una continua invitación rescatar lo valioso (personas y situaciones) de los basureros existenciales.

En cuanto comunidad parroquial deseamos ser un signo creíble del evangelio de Jesucristo aunque experimentamos con mucha frecuencia que no lo logramos. Mirando a María queremos: a) formarnos en la fe (catequesis, grupos de formación bíblica, comunidad neocatecumenal, vida ascendente) diciendo como ella “Hágase en mí según tu palabra” (Lc 1,39) y procurando escuchar, acoger y vivir el evangelio; b) celebrar comunitariamente esa fe proclamando como ella “Se alegra mi espíritu en Dios mi Salvador” (Lc 1,47) y esforzándonos por alimentar y compartir nuestra vida cristiana a través de los sacramentos y c) también servir en la caridad esa fe al estilo de María que “se puso en camino y fue deprisa” a atender a su prima Isabel (Lc 1,39-40) ofreciendo una mano amiga a la Parroquia (equipos de limpieza y otros servicios) y a todos particularmente a los más necesitados (Caritas parroquial, campañas en favor del DOMUND, Manos Unidas…, enfermos, ancianos…). Y todo ello en un ambiente de corresponsabilidad parroquial intentando descubrir día a día lo que Dios quiere de nosotros y aportando cada uno nuestro granito de arena para que nuestra Iglesia tenga vida y contagie vida a los demás.