BARCINA DEL BARCO: Leido en >>> ...

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(Copio & Pego)

René Jesús Payo
En julio se ha cumplido un año del anuncio del Gobierno del cierre de la central nuclear de Santa María de Garoña, prevista para el próximo 2013. Pocos meses después, el 18 de noviembre, se anunciaba a bombo y platillo la puesta en marcha del denominado ‘Plan Garoña’, que consistía en la inversión de 950 millones de euros, en los cuatro próximos años, que se emplearían en la reindustrialización y dinamización de la zona. Las inversiones iban a centrarse en el desdoblamiento de la N-I y su conversión en autovía, en la creación de un parador, en la potenciación de la industria local, en la mejora de la cualificación de los profesionales del entorno y, por supuesto, como es habitual y no podía faltar, en el fomento de los proyectos I + D, siglas mágicas cuya sola presencia parece conjurar todos los males económicos y asegurar un venturoso porvenir…
Estamos a punto de que se cumpla un año del solemne anuncio y las cosas parece que nada o casi se sustancia. En los presupuestos para el 2011, tendrían que haberse destinado partidas significativas para poner en marcha toda esa gran batería de inversiones. Sin embargo, parece lógico que, con la que está cayendo, haya dificultades para derivar caudales a este macroproyecto revitalizador del norte burgalés.
Pues bien, pienso que nuestra provincia no debe renunciar a la aspiración del desdoblamiento de la N I o a la liberación de la autopista. También debemos luchar por conseguir un parador, para el que el gran monasterio de Oña -que en breve perderá su función asistencial- puede ser un buen candidato. Pero esto no debe ser consecuencia del desmantelamiento de una de las fuentes esenciales de creación de riqueza en la provincia: la central de Garoña, que tiene razones más que sobradas para seguir en funcionamiento durante la siguiente década. Así como el Gobierno se está replanteando, no sé si con razones económicas y medioambientales suficientes, la política de restricción del uso del carbón español, creo que también debiera replantearse, en este caso con motivos económicos y sociales más que sobrados, su decisión del cierre de Garoña. Rectificar -algo que nuestros gobernantes vienen haciendo normalmente en los últimos tiempos- no es signo de debilidad sino de responsabilidad.