La portada muestra el último vestigio de un singular palacete renacentista, que por lo extraordinario de su material y labra, en una población eminente mudéjar, se viene conociendo como la del Arco de la Piedra.
Se organiza en dos cuerpos de traza algo desproporcionada, de los que la inferior se abre la portada adintelada sobre la que se dispone un tímpano que acoge el escudo del propietario, que también se repetirá en la coronación.
Flanquean las jambas columnas de fuste liso elevadas sobre amplios plintos tras los que se disponen retropilastras cajeadas que como el resto de la portada acogen profusa decoración y que como en tantas otras obras platerescas consiguen transmitir el aspecto de algo frágil, caprichoso y delicado como un brocado de casulla o de bandeja de plata repujada.
Remata el superior como un vano en cuyo interior conserva dos bancos de asiento en los costados. Lo decoran en su totalidad motivos fundamentalmente vegetales, jarrones, candelabros, florones, etc. Pese a las dificultades de su talla en el recio granito castellano.
En suma, un interesante ejemplo de arquitectura plateresca que se ha descrito como eminentemente ornamental, delicada, graciosa, nada pesada ni masiva, antes por el contrario airosa y, si no frágil, por lo menos ligera. Se viene relacionando su factura con el círculo de Vasco de la Zarza.
(15 de Mayo de 2023)