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FONTIVEROS: Justicia tras 76 años de silencio EMOTIVIDAD....

Justicia tras 76 años de silencio

EMOTIVIDAD. LAS FAMILIAS VALENCIANAS QUE VIAJARON A MANRESA VIVIERON UNA JORNADA DE INTENSAS EMOCIONES.


Familias valencianas homenajean a 296 republicanos enterrados en una fosa común de Manresa

«Aquí es donde están enterrados nuestros seres queridos», le explica entre lágrimas Agustín Ruiz, vecino de Valencia, a Juana Puche, de Alicante, ante la fosa común del cementerio de Manresa en la que yacen sus padres, dos soldados republicanos, junto a otros 294 militares de la República que perdieron la vida en los hospitales de esta ciudad tras caer heridos en el frente.



Y. Olmos/R. Montaner, Manresa

«Por fin se ha hecho justicia». A pesar de sus 72 años, Juana Puche, no ha dudado en recorrer los más de 600 kilómetros que separan Alicante de Manresa acompañada de su marido, hijos, nietos y sobrinos para conocer el lugar donde está enterrado su padre, un sargento republicano, y participar en el multitudinario homenaje que ayer se celebró en el cementerio de esta localidad catalana con el objetivo de recuperar la memoria histórica de 296 militares que descansan en una fosa común.

En ella, están los restos de al menos una decena de valencianos de Villena, Almassora, Castelló, Quesa, Rocafort, Benicàssim, Ademuz y Valencia de entre 19 y 39 años. Todos ellos cayeron heridos en el frente y fueron trasladados a los cuatro hospitales de sangre que el ejército de la República había habilitado en Manresa, donde murieron a causa de sus graves lesiones.

Al igual que Juana, a Agustín Ruíz, de 67 años y vecino de Valencia, le faltaban palabras para describir la emoción que sentía ante la tumba de su padre, un soldado natural de Villanueva de la Fuente (Ciudad Real) al que nunca llegó a conocer puesto que fue movilizado al poco de quedar su madre embarazada. De él sólo guarda como recuerdo la capa de bautismo que su progenitor le envió a su madre desde el frente.

Tras más de seis décadas de silencio y preguntas sin respuesta, tanto Juana cómo Agustín conocieron hace ahora un año el lugar exacto donde yacen sus padres gracias a una investigación del historiador catalán Joaquim Aloy, quien identificó a los soldados sepultados en la fosa y localizó a los descendientes de 50 de ellos.

Ayer, por fin, más de 300 de los familiares de los republicanos podían depositar flores en la tumba y cerrar una guerra que para ellos aún no había terminado. Así, Juana, que no dejo de llorar durante el homenaje, recordaba las últimas palabras de su madre, Damiana, quien se quedó viuda con tres niños pequeños: «A mí me traerán flores, pero, y a tu padre ¿quién se las llevará?» Ahora cuenta que ya está tranquila, ya tiene un lugar donde llorar por su padre después de tantos años sin poder preguntar por él «porque era rojo».

«28 rosas rojas»

Para Agustín, en cambio, las de ayer no fueron sus primeras lágrimas ante la fosa, puesto que no quiso esperar al homenaje y el pasado junio acudió junto a su mujer, Esperanza, sus hijas y sus cinco nietas, a reencontrarse con su padre. Su homenaje particular fueron 28 rosas rojas: «Una por cada año que tenía cuando murió.» Para este taxista jubilado ha sido un consuelo el saber que su progenitor «al menos, recibió atención y cuidados antes de morir», un sentimiento que era compartido por la práctica totalidad de los presentes en el cementerio.

Los hijos, nietos e incluso biznietos de los homenajeados no estuvieron solos. El presidente del Parlament catalán, Ernest Benach, dos consellers de la Generalidad de Cataluña, ir Saura y José Huguet, y el alcalde de Manresa, el socialista Jordi Valls, les arroparon y anunciaron el compromiso del Ejecutivo autonómico de «fomentar la recuperación de la memoria histórica como un derecho civil más de cualquier persona.»

«Franco hizo que murieran dos veces»
Y. Olmos/R. Montaner, Manresa

Los soldados de la fosa de Manresa murieron dos veces. La primera, físicamente, a consecuencia de las heridas de guerra. La segunda, socialmente, cuando la dictadura tejió un manto de olvido sobre su memoria al negarse a revelar el lugar donde habían sido enterrados. A sus familias, «el régimen del general Franco les hubiera podido evitar esta tortura», afirmaba ayer el historiador Joaquim Aloy, ya que toda la documentación «con nombres y apellidos de los militares muertos existía en 1939. Les hubieran ahorrado años de un inmenso dolor». De hecho, no fue hasta hace un año cuando el hijo de Juana, Francisco Puche, halló en la página de internet donde Aloy colgó el listado de los 296 fallecidos (http://www.guiamanresa.com/fossa) el nombre de su abuelo y pudo reconstruir la historia de sus últimos días que la dictadura le había arrebatado.

Agustín tampoco conocía nada sobre el trágico final de su padre. «Sabíamos que había muerto, pero no donde, si en el hospital de Manresa o en algún lugar del frente del Ebro.» Cada hijo o nieto de estos soldados ha tenido que convertirse durante años en un investigador improvisado acudiendo a archivos dispersos y alejados entre sí. Por ello, Aloy reclamaba ayer a la Generalidad de Cataluña -comunidad en la que murieron y desaparecieron centenares de valencianos durante la guerra y, más concretamente, en la Batalla del Ebro- la constitución de «una base de datos única del coste humano de la guerra» para conocer dónde están las personas desaparecidas durante la contienda y «recobrar la paz.».