No hay forma de ver
Toledo desde fuera que no destaque la figura insolentemente enorme del Alcázar. símbolo de la sinrazón humana, del delirio mortal, del valor, del esfuerzo, de la barbarie; del sinsentido de la guerra.
No lo podían haber hecho más grande,
edificio inútil que sólo sirve para desviar la mirada de lo importante, de lo realmente bello que tiene Toledo.
Mamotreto de granito, colosal
arquitectura militar, asfixia de la brisa, torpe belleza que todo lo llena. Pero de
noche cambia y como fantasma ligero aparece entre la oscuridad para llamar la atención y dejarnos con la boca abierta.