El andaraje, MIGUEL ESTEBAN

Cuando la tecnología avanza, los sistemas de riego se abandonan y quedan obsoletos, como éste de las llanuras migueletas, que antiguamente servían para regar generosamente las huertas del Monte.
... ¡Sí! y los chavalillos corriendo semidesnudos, únicamente tapados con una camisilla hasta la cintura, con el culete al aire, por el patio del cuarto de la huerta, no sé bien si porque jugaban a corretear unos tras otros o porque era una forma de huir de las pesadas moscas del verano. Noa
Aún me parece recordar el ruido de los cangilones, vertiendo el agua sobre el dornajo que llenaba la balsa. Mientras, entre sueño y sueño, la mula o la borriquilla daba vueltas y más vueltas a lo largo de la noche, como si de una maldición se tratase. Cuando dejaba de sonar el chirriar de la noria, el labrador se despertaba de su jergón de paja sobre la tarima. Se levantaba y, con voz adormecida le volvía a arrear al animal para que no se durmiese en el circo del pozo. Así eran las noches de quintería...