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CAMARENA: En un lejano reino vivía una malvada dama con sus dos...

En un lejano reino vivía una malvada dama con sus dos hijas, que eran muy pero muy feas, y una joven de gran belleza, que estaba sola en este mundo. Ella era quien hacía las tareas más difíciles de la casa y aunque sus hermanastras se burlaban, mantenía su buen humor y alegría. Como sus vestidos siempre se le manchaban de ceniza, todos la llamaban: ¡Cenicienta!

Un buen día, el nuevo Rey de aquel país, ansioso por casar a su hijo, el joven príncipe, anunció: ¡Daré una gran fiesta y todas las damitas casaderas del reino están invitadas!.

-Dijo la madrastra:-¡Tú Cenicienta, no podrás ir, te quedarás en casa pues debes fregar el piso y preparar la cena para cuando volvamos, además no tienes nada bonito para ponerte y nos avergonzarás ante el Rey! Llegó el día del baile y Cenicienta con gran tristeza vio partir a sus hermanastras hacia el Palacio Real.




Al quedar sola en la cocina no pudo reprimir sus sollozos.- ¿Por qué seré tan desdichada? -exclamó-. ¡Entonces apareció un Hada!¡ Cenicienta retrocedió asustada!...- no temas pequeña, soy tu Hada Madrina y haré que tu también puedas ir al baile, pero pondré una condición, esta noche cuando el reloj de Palacio dé las doce campanadas deberás regresar sin falta; Porque entonces se romperá el hechizo y tus ropas serán nuevamente harapos.

En ese momento tocándola con su varita mágica la transformó en una joven con el más hermoso vestido jamás visto y unos encantadores zapatitos de cristal.

Cuando Cenicienta llegó al Palacio causó gran admiración, tanto que el Príncipe impactado por su belleza bailó con ella toda la noche. Sus hermanastras que no la reconocieron se preguntaban: ¿ Quién será esa jovencita, tal vez una princesa de un reino lejano?.

Cenicienta, no podía creer tanta felicidad, ¡ Estaba bailando con el príncipe! En ese instante oyó sonar en el reloj de Palacio las doce campanadas- ¡OH, Dios mío! ¡Tengo que irme! -exclamó-y atravesó el salón como una exhalación y bajó la escalinata en su huída perdió un zapato, que el joven enamorado recogió desconsolado.
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