JUANA DE ARCO 2º
Las victorias continuaron, pero las intrigas y envidias se alzaron en torno de Juana; el rey, que era desconfiado, sombrío y melancólico, dejó pasar en completa inacción todo aquel invierno. Juana de Arco, deseosa de acabar con los ingleses, marchó al sitio de Compiegne en el que fue hecha prisionera. Los ingleses celebraron la prisión de la doncella con un solemne Te Deum. Mientras tanto, Carlos VII, faltando al honor y al agradecimiento, abandonó por completo a su salvadora, vendida por Juan de Luxemburgo a los ingleses en 135.000 francos.
Los ingleses buscaron en seguida los medios de las atribuirle un proceso. No les bastaba tenerla en prisión, era preciso acabar con su prestigio; y puesto que ella habìa anunciado que Dios quería limpiar de ingleses a Francia, era necesario probar que no era enviada de Dios, demostrar que su misión era una impostura y sus voces y visiones obras diabólicas. Del mismo golpe quebrantarían la confianza que los franceses tenían en la victoria final y deshonrarían al rey Carlos, que se habìa asociado a una hija de Satanás.
Los ingleses encontraron un cómplice en el obispo de Beauvais Pedro Cauchón, una de las figuras más repugnantes e infames de la historia. El proceso fue una escandalosa parodia de la justicia... "Vosotros escribís todo lo que hay contra mi, decía un día Juana a sus jueces, pero no queréis escribir lo que hay en favor mío."
El obispo Cauchon, afiliado al partido inglés, hizo incoar proceso eclesiástico contra Juana. Los interrogatorios duraron largos meses. El texto de aquel proceso, que todavía se conserva, demuestra la serie continuada de maquinaciones puestas en juego para condenarla. Fue sentenciada a muerte en la hoguera por "herética, relapsa, apóstata e idólatra".
El proceso que duró cuatro meses, fué una larga pasión; Juana estaba encerrada en un calabozó, con grillos en los pies todo el día, y por la noche atada a un poste con una gruesa cadena. Sus jueces la interrogaban durante largas horas, a veces tres horas por la mañana y tres por la tarde, haciéndole preguntas capciosas y tendiéndole lazos que su robusto buen sentido y la sencillez de su alma y de su fe le permitieron esquivar siempre.
El día 30 de mayo de 1431, Juana de Arco fue sacada de la cárcel para ser quemada en la Plaza del Mercado Viejo de la ciudad de Ruan. La pira era más alta que de costumbre a fin de prolongar los tormentos, cosa que al propio verdugo pareció muy mal.
Cuando le anunciaron que le habia llegado lahora de morir y que iba a perecer en la hoguera, aquella niña de diez y nueve años tuvo un instante de desesperación. Se puso a gritar doloridamente y a mesarse los cabellos. Pero cuando llegó al sitio del suplicio recobró su entereza y su heroísmo. Proclamó de nuevo, a la faz de los ingleses exasperados, que las voces que oyó y las visiones que tuvo eran de Dios. Pidió una cruz, que fueron a buscar a la iglesia inmediata, y rogó que la tuvieran alzada para poder verla. Cuando las llamas empezaron a subir, invocó de nuevo a sus santas y a San Miguel: expiró pronunciando dulcemente el nombre de Jesús. Los ingleses hicieron arrojar sus cenizas al Sena.
Cuando las llamas rodearon su cuerpo, después de haber besado con gran fervor y repetidamente el crucifijo, exclamó: - ¡Jesús! ¡Jesús!... Éstas fueron sus últimas palabras. Juana tenía sólo 18 años. El cuerpo de la mártir quedó consumido por las llamas y sus cenizas fueron arrojadas al Sena.
Las victorias de Juana de Arco señalaron el fin de la dominación inglesa en Francia. El impulso que dió a la liberación de su patria fue tal que no acabó con su muerte y los ingleses fueron expulsados de Francia, en la que sólo conservaron el puerto de Calais. La Guerra de los Cien Años había terminado.
El mismo Carlos VII, al recobrar la ciudad de Ruan mandó revisar el proceso de Juana de Arco, que fue declarado injusto. Era lo menos que podía hacer. En nuestros días la "Doncella de Orleans" es venerada en los altares como Patrona de Francia.
Fue canonizada en 1920 por el papa Benedicto XV. Su fiesta se celebra el 30 de mayo, día de su ejecución.
Las victorias continuaron, pero las intrigas y envidias se alzaron en torno de Juana; el rey, que era desconfiado, sombrío y melancólico, dejó pasar en completa inacción todo aquel invierno. Juana de Arco, deseosa de acabar con los ingleses, marchó al sitio de Compiegne en el que fue hecha prisionera. Los ingleses celebraron la prisión de la doncella con un solemne Te Deum. Mientras tanto, Carlos VII, faltando al honor y al agradecimiento, abandonó por completo a su salvadora, vendida por Juan de Luxemburgo a los ingleses en 135.000 francos.
Los ingleses buscaron en seguida los medios de las atribuirle un proceso. No les bastaba tenerla en prisión, era preciso acabar con su prestigio; y puesto que ella habìa anunciado que Dios quería limpiar de ingleses a Francia, era necesario probar que no era enviada de Dios, demostrar que su misión era una impostura y sus voces y visiones obras diabólicas. Del mismo golpe quebrantarían la confianza que los franceses tenían en la victoria final y deshonrarían al rey Carlos, que se habìa asociado a una hija de Satanás.
Los ingleses encontraron un cómplice en el obispo de Beauvais Pedro Cauchón, una de las figuras más repugnantes e infames de la historia. El proceso fue una escandalosa parodia de la justicia... "Vosotros escribís todo lo que hay contra mi, decía un día Juana a sus jueces, pero no queréis escribir lo que hay en favor mío."
El obispo Cauchon, afiliado al partido inglés, hizo incoar proceso eclesiástico contra Juana. Los interrogatorios duraron largos meses. El texto de aquel proceso, que todavía se conserva, demuestra la serie continuada de maquinaciones puestas en juego para condenarla. Fue sentenciada a muerte en la hoguera por "herética, relapsa, apóstata e idólatra".
El proceso que duró cuatro meses, fué una larga pasión; Juana estaba encerrada en un calabozó, con grillos en los pies todo el día, y por la noche atada a un poste con una gruesa cadena. Sus jueces la interrogaban durante largas horas, a veces tres horas por la mañana y tres por la tarde, haciéndole preguntas capciosas y tendiéndole lazos que su robusto buen sentido y la sencillez de su alma y de su fe le permitieron esquivar siempre.
El día 30 de mayo de 1431, Juana de Arco fue sacada de la cárcel para ser quemada en la Plaza del Mercado Viejo de la ciudad de Ruan. La pira era más alta que de costumbre a fin de prolongar los tormentos, cosa que al propio verdugo pareció muy mal.
Cuando le anunciaron que le habia llegado lahora de morir y que iba a perecer en la hoguera, aquella niña de diez y nueve años tuvo un instante de desesperación. Se puso a gritar doloridamente y a mesarse los cabellos. Pero cuando llegó al sitio del suplicio recobró su entereza y su heroísmo. Proclamó de nuevo, a la faz de los ingleses exasperados, que las voces que oyó y las visiones que tuvo eran de Dios. Pidió una cruz, que fueron a buscar a la iglesia inmediata, y rogó que la tuvieran alzada para poder verla. Cuando las llamas empezaron a subir, invocó de nuevo a sus santas y a San Miguel: expiró pronunciando dulcemente el nombre de Jesús. Los ingleses hicieron arrojar sus cenizas al Sena.
Cuando las llamas rodearon su cuerpo, después de haber besado con gran fervor y repetidamente el crucifijo, exclamó: - ¡Jesús! ¡Jesús!... Éstas fueron sus últimas palabras. Juana tenía sólo 18 años. El cuerpo de la mártir quedó consumido por las llamas y sus cenizas fueron arrojadas al Sena.
Las victorias de Juana de Arco señalaron el fin de la dominación inglesa en Francia. El impulso que dió a la liberación de su patria fue tal que no acabó con su muerte y los ingleses fueron expulsados de Francia, en la que sólo conservaron el puerto de Calais. La Guerra de los Cien Años había terminado.
El mismo Carlos VII, al recobrar la ciudad de Ruan mandó revisar el proceso de Juana de Arco, que fue declarado injusto. Era lo menos que podía hacer. En nuestros días la "Doncella de Orleans" es venerada en los altares como Patrona de Francia.
Fue canonizada en 1920 por el papa Benedicto XV. Su fiesta se celebra el 30 de mayo, día de su ejecución.