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LA BREVE HISTORIA DE LOS JUEGOS OLIMPICOS

La historia de las competencias deportivas masivas, se remonta varios
siglos atrás, donde los principales ejemplos los encontramos en la
antigua Grecia.

En sus principales ciudades, tales como Corinto, Delfos o Argólida, se
organizaban eventos atléticos en honor de los dioses, sin embargo, los
más importantes eran los que se celebraban en honor del dios Zeus en
la ciudad sagrada de Olimpia, (una pequeña población en la parte
noroeste de la península del Peloponeso, a unos 300 kilómetros de
Atenas) cada cuatro años durante el verano.

Así, los Juegos Olímpicos nacieron en el 776 a. C., y durante cerca de
tres mil años fueron el marco de competencias en las que participaban
atletas de todas partes de Grecia y en las cuales siempre reinaba la
paz, pues aunque existiera guerra en el momento que se efectuaban los
juegos, se imponía una tregua entre los contendientes para no
interferir en la realización de la olimpiada.

En sus primeros años, esta justa fue realizada mediante una sola
competencia: una carrera de aproximadamente 190m en las inmediaciones
de la ciudad. Pero con el paso del tiempo, los antiguos griegos
decidieron añadir más disciplinas, como las carreras de distancia, la
lucha y el pentatlón (en éste se combinaban el salto de longitud, el
lanzamiento de jabalina y disco, así como carreras de velocidad y
lucha).

Personas de todos los rincones del territorio griego asistían a ver
las competencias, y se instalaban en tiendas de campaña en los
alrededores de Olimpia y la ciudad vecina Élide. Entre los
espectadores siempre podía contarse a políticos y autoridades de alto
rango que aprovechaban la ocasión para concertar alianzas entre las
ciudades, o comerciantes que vendían de todo, también a artistas y
poetas que participaban en los festejos nocturnos o actuaban en los
espacios públicos; así como a espectadores comunes que llenaban el
estadio para ver las competencias.

En aquellos antiguos juegos participaban solamente hombres libres que
hablaran griego, y las mujeres, tenían estrictamente prohibido
intervenir. A tal grado existía la restricción, que aquellas que
atrevieran a contravenir esta disposición podían ser castigadas
incluso con la muerte si se les descubría en los juegos. Sin embargo
había competencias de carrera para mujeres, las más famosas eran las
que se llevaban a cabo en el estadio Olímpico en honor de la diosa
Hera.

Entonces, aquellos que participaban, lo hacían compitiendo, a
diferencia de nuestros días, siempre a título individual y no como hoy
representando a un país. Curiosamente no se entregaban medallas;
solamente se colocaba en la cabeza del ganador una guirnalda hecha con
hojas de olivo. En todo caso, a los triunfadores se les concedía el
honor de colocar una estatua con su efigie en la mítica Olimpia. En
consecuencia, la fama seguía a los campeones olímpicos. En sus
ciudades natales se erigían bustos de los vencedores y se escribían
poemas en su honor.

A su regreso, los victoriosos recibían una bienvenida de héroes, con
un desfile por las calles. También los podían recompensar con dinero,
obsequios, se les condonaba el pago de impuestos, entre muchas otros
beneficios; mientras que a los participantes que hacían trampa se les
castigaba cobrándoles una multa que servía para financiar estatuas de
bronce en honor de Zeus que se ponían en el camino al estadio
Olímpico, en las cuales se escribía el nombre del tramposo y su
ofensa.

Dentro de las principales características en las que se efectuaban
aquellas olimpiadas, encontramos que antes de que comenzaran las
competencias, los atletas tenían la obligación de sacrificar un cerdo
en honor de los dioses, así como que la gran mayoría de los
participantes contendían completamente desnudos, como forma mostrar
con orgullo su condición física.

Uno de los espectáculos más célebres de los juegos fueron las carreras
de cuadrigas, es decir, carrozas tiradas por cuatro caballos. Hay
noticias de competencias en las que participaban hasta 40 carros.
Tenían que dar lo más rápido posible doce vueltas a la pista que medía
aproximadamente 1250m, sin importar las enormes cantidades de polvo
que levantaran, o las caídas y vuelcos que sufrieran.

Incluso había cocheros, llamados aurigas, que perdieron la vida dentro
de estas peligrosas competencias. Pero el más violento de los
espectáculos deportivos en aquellas olimpiadas era indudablemente el
pancracio. Esta era una lucha casi a muerte entre dos atletas, que
combinaba el boxeo y la lucha libre. En este evento se permitía todo
excepto romper dedos, sacar ojos y morder.

Pero los juegos olímpicos de la antigüedad no sólo eran un evento
atlético. También favorecieron el desarrollo cultural al amparar la
creación humana en diversos campos como en la escultura, arquitectura,
matemáticas y poesía. Por ejemplo, destaca el Templo de Zeus en
Olimpia, diseñado por Libon, y en cuya edificación se usó un sistema
de proporciones geométricas que se basó en los planteamientos de
Euclides.

Mientras que en la escultura, los juegos inspiraron el famoso
“Discóbolo” de Mirón”. En cuanto a la poesía, se conocen infinidad de
odas (como las “Olímpicas” y los Epinicios”), escritas por famosos
poetas, como Píndaro y Simónides, para inmortalizar los triunfos de
los atletas en las Olimpiadas

La última olimpiada de la antigüedad, con una larga lista de
campeones, nombres y proezas, fue la del año 394, ya en la era
Cristiana. Prohibidos por el emperador romano Teodosio I, por
considerarlos un espectáculo pagano, condenó a la antorcha olímpica a
mantenerse apagada durante muchos años.

No obstante, 1503 años después, gracias al esfuerzo de un idealista
francés, Pierre Frédy, Barón de Coubertin y un grupo de soñadores, una
vez más los juegos serían celebrados.