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ALBARES: Los remedios medicinales de antes...

Los remedios medicinales de antes
El aspecto más importante de la vida es nuestra salud. Hoy en día,
cuando algo va mal en nuestro cuerpo, buscamos una solución al
problema a través de la medicación. La ciencia moderna nos ofrece un
sinfín de drogas efectivas a las que recurrir, pero la practica de
probar sustancias extrañas para tratar una enfermedad se practicaba ya
en la Antigüedad.

Hipócrates, para calmar el dolor, aconsejaba tomar corteza de sauce
—lo cual tenía sentido—, y también recetaba los excrementos de paloma
contra la calvicie —lo cual no tenía sentido alguno—. Hasta el día de
hoy se han inventado y preparado un asombroso número de remedios. Pero
no fue hasta el siglo XX cuando los Gobiernos empezaron a introducir
ciertas regulaciones para garantizar que las pretensiones de los
fabricantes fueran legítimas y que los productos que fabricaban no
hicieran más mal que bien a los consumidores. Llegó un momento en que
estas regulaciones fueron casi forzosas dado el surtido incontrolado
de medicinas que había inundado el mercado a finales del siglo XIX,
que fue la era de los medicamentos específicos.

¿Por qué recibían este nombre? Porque a mediados del siglo XVII, en
Inglaterra, algunos fabricantes de preparados médicos pidieron, y
obtuvieron, patentes reales para sus productos. La patente protegía
los derechos del propietario sobre el producto y le daba cierto aire
de prestigio. Los fabricantes no tenían ninguna obligación de
demostrar si eran seguros o eficaces.

Más tarde, la expresión se aplicaba a cualquier producto fabricado en
cantidades industriales que no tuviera ninguna regulación en los
ingredientes, que se promocionara a través de una publicidad no
controlada y que sirviera para curar toda clase de enfermedades
comunes del ser humano.

El Compuesto Vegetal de Lidia Pinkham fue el que tuvo más éxito de
todos. La señora Pinkham empezó a interesarse por la medicina casera
después de la muerte de varios miembros de su familia. Se volcó en el
espiritualismo y la química. Convencida de que Dios había creado los
vegetales y las hierbas para curar las enfermedades, mezcló estas
sustancias naturales con un chorro generoso de alcohol y garantizó un
alto grado de satisfacción en muchas mujeres.

Seguramente era a causa del alcohol, pero el preparado original de
Lidia incluía, además, cimicifuga (Cimicifuga racemosa), una planta
que hoy sabemos alivia algunos de los síntomas de la menopausia.
Luego, el hijo de Lidia pegó la foto de su madre en la botella del
compuesto vegetal, y dio luz a la primera campaña publicitaria.

Aunque los vendedores de este tipo de medicina prometían mucho más de
lo que podían garantizar, los productos incluían ingredientes activos,
como el opio o el alcohol. Uno de estos productos era el Paregoric,
una solución alcohólica con sabor a alcanfor y anís; el nombre
proviene de la palabra griega que significa «calmar». El Paregoric se
usaba para calmar la tos y la diarrea, y conseguía ser efectivo.
Algunos de estos medicamentos llevaban extractos de estramonio, datura
y belladona. El ingrediente activo en este caso era la atropina, que
actúa sobre el asma. La quinina era muy útil en el tratamiento de la
fiebre, y otros medicamentos incluían fenol, un potente desinfectante.

Pero la gran mayoría de los medicamentos específicos eran una
falsedad, sustancias sin ningún fundamento. Stomach Bitters contenía
una mezcla poco específica de cortezas, raíces y hierbas. El Jarabe
del Doctor Chase de Linaza y Turpentina llevaba una etiqueta que ni
tan sólo explicaba para qué se debía tomar el jarabe. Bodi-Tone decía
ser un «tónico para el cuerpo cansado». Algunos de los ingredientes de
estos remedios eran muy extraños, como por ejemplo el de Four Chorides
Compressed Tablets, que llevaba arsénico.

Heroína Bayer: Un frasco de heroína Bayer. Entre 1890 y 1910, la
heroína era divulgada como un substituto no adictivo de la morfina, y
un remedio contra la tos para niños.

La época de esta medicina de feria fue ciertamente interesante. Qué
locura, silo pensamos ahora, tragarse un producto que no había sido
probado y que no estaba controlado sanitariamente basándonos puramente
en una publicidad imaginativa. ¿Pero sabéis qué pienso? En cierto
modo, la era de la medicina patentada sigue viva. Internet está
plagado de llamativos anuncios que nos recuerdan a los días gloriosos
de las curas milagrosas.

El caso de las pastillas NewYork Stress Tabs es muy representativo.
Según la etiqueta, este preparado sirve para «sobrellevar el estrés
diario causado por la falta de sueño, el trabajo, las relaciones
personales, los viajes, las resacas, los empachos y el síndrome
premenstrual».
¿Qué ingredientes mágicos contiene? Aconitina, el veneno con el que se
embebieron Romeo y Julieta, y también estricnina. ¡Delicioso! Pero
tranquilos, estos ingredientes aparecen en «dosis homeopáticas», lo
que significa que su concentración es apenas nula y eso lo hace
inocuo.