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ALBARES (Guadalajara)

Juguetes de la infancia
Foto enviada por IR

Hay quien sostiene que los lugares en los que se producen muertes violentas quedan impregnados de una energía especial. En el caso de Riba de Santiuste, cada vez hay más testigos que afirman haber escuchado gritos justo al amanecer. ¿Son los ecos del pasado? Como recuerdo del asedio, alguien ha dibujado un inquietante rostro en los muros de Santiuste que ha sido atribuido a la desdichada Manuela.
“Se dice que esta mujer convivió con los soldados sitiados y que, además de cuidarlos cuando estaban enfermos, les proporcionaba cariño en las frías noches de los inviernos de Castilla. Cuando La Manuela murió, comenzó a aparecerse a las siguientes generaciones de guerreros.” Se especula que esta mujer fue perseguida por los pasillos del castillo antes de caer en manos de los asaltantes.
Asimismo, mientras realizaban una serie de pruebas magnéticas con una brújula a lo largo del corredor, se encontraron con una pareja que también había dormido algunas noches en el castillo y que confesó haber oído los misteriosos gritos. Antonio José Alés tiene su propia versión sobre la leyenda de
La Manuela.
Regreso al castillo

Dos años más tarde, Gerardo Cano volvió a pernoctar en el castillo de Santiuste y –según cuenta– a la misma hora que la vez anterior, al amanecer, volvió a escuchar los terribles alaridos. En esta ocasión Gerardo y sus amigos también oyeron pasos al otro lado de la puerta y extraños ruidos detrás del muro, pero allí no había nadie más que él y sus amigos.
“No era un ave –explica Gerardo Cano a MÁS ALLÁ–. Eran gritos lastimeros de mujer. También notamos un frío mucho más intenso en la habitación. La verdad es que esto me obsesionó y me hizo investigar la historia del castillo. Entonces tuve conocimiento de la leyenda del rey musulmán que mató a su hija por amar a un caballero cristiano. Más adelante, en el siglo XV, se produjo un asedio en el que se vio implicada otra mujer.”
Sin embargo, al amanecer empezaron a escuchar pasos y gritos al otro lado de la puerta. Ninguno de los presentes se atrevió a levantarse y todos guardaron silencio. Cuando por fin reaccionaron y salieron de la habitación para ver qué ocurría, no había nadie.
Pero, la verdad, no me quedaría allí sola por nada del mundo.” Igual de significativo resulta el testimonio de Gerardo Cano,
que en 1992 pasó una noche en el castillo en compañía de ocho amigos. Los jóvenes buscaron una estancia más o menos limpia para dormir. Al final decidieron instalarse en una junto a un corredor y allí durmieron toda la noche de un tirón.
Al revelar los carretes comprobamos que las películas se habían velado de manera inexplicable.” Isabel, la esposa del actual alcalde de Riba de Santiuste, recuerda lo que ocurrió esa noche. “Aquella gente bajó asustada, con mucho miedo, diciendo que había visto cosas raras... Yo he estado comiendo de día en el castillo y mis hijos han pasado allí toda la noche sin oír nada.
“Tomé algunas fotos de La Manuela –confirma Antonio José Alés–, que cruzó lentamente un angosto recinto y desapareció en pocos segundos, lo que dejó perplejos y atemorizados a todos los presentes (...). Debido al frío, algunas cámaras fotográficas se bloquearon y no pudieron ser disparadas.
A raíz de estos rumores sobre presuntos fenómenos sobrenaturales un grupo de investigadores se trasladó al lugar e instaló sensores para registrar cualquier movimiento en sus dependencias. El popular periodista Antonio José Alés captó con su cámara una “evanescencia” que hizo saltar todos los dispositivos de alarma y que dejó confuso al equipo.
Por este motivo, la mesa “maldita” desapareció consumida por las llamas. En 1982 el castillo volvió a convertirse en la comidilla del pueblo cuando se corrió la voz de que en su interior se oían extraños lamentos. En aquel año se comenzó a hablar de una mujer, apodada La Manuela, que vivió en la fortaleza durante la Edad Media y que encontró la muerte después de un largo asedio.
Las pintadas que han dejado en sus muros algunos de estos ocasionales visitantes han hecho pensar que durante esa época se celebraron rituales satánicos. Para ello utilizaban una gran mesa redonda sobre la que habían pintado un pentagrama y en cuyos vértices podían verse restos de velas consumidas. En esa misma etapa el recinto también sufrió un incendio provocado por personas que, para calentarse, quemaban el escaso mobiliario que aún quedaba intacto
El descubrimiento de un pequeño arsenal con el que, al parecer, los miembros de la secta desarrollaban prácticas paramilitares precipitó que la organización abandonara el edificio. A partir de la década de 1980 el castillo se convirtió en un lugar lúgubre y solitario, visitado solo por curiosos que intentaban invocar a las “fuerzas ocultas”.
Invocando a las fuerzas ocultas
Desde tiempos inmemoriales a la senda que bordea haciendo un círculo la abrupta montaña sobre la que está situado el fortín se la conoce como “subida de los muertos”. Al poco de instalarse Chao, más conocido como El guardián del castillo o Hachado mayor, tanto él como su mujer comenzaron a escuchar gritos y lamentos y, según han explicado, tenían la sensación de que alguien los tocaba o empujaba cuando se encontraban en determinados lugares.