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ALBARES (Guadalajara)

Trial Albares
Foto enviada por J.A

Su siguiente dueño fue un médico yugoslavo, que falleció al volcar con la limusina.
Se trataba del Graef and Stift. Todos sus dueños sufrieron algún tipo de desgracia. El primero fue un oficial del Estado Mayor de Bosnia que, a la semana de tenerlo, se estrelló contra una tapia y murió.
Aunque parezca mentira, no es el único coche que tiene una historia maldita a sus espaldas. Una limusina fabricada en 1910, de color rojo, fue el escenario donde fueron asesinados los Archiduques de Austria, Francisco Fernando de Hasburgo y Sofía de Hohenberg, hecho que desencadenó la Primera Guerra Mundial.
Graef and Stift, una limusina maldita
Mientras era transportado a Nueva Orleans, el camión que lo llevaba fue alcanzado por un automóvil. El conductor del coche salió despedido y acabó enterrado bajo las ruedas del deportivo. Murió.
Como colofón final, el Porsche de James Dean acabó con la vida de una cuarta persona cuando sus dueños decidieron llevarlo al desguace y destruirlo.
El Porsche de cobró una cuarta vida
"Little Bastard" cayó del pedestal donde estaba expuesto y le rompió la cadera a un joven visitante.
Fue entonces cuando Barris, que tenía miedo de ser alcanzado por la maldición decidió deshacerse de lo que quedaba del coche. Fue a parar a un museo de Sacramento, en California, como ejemplo de los peligros de la velocidad en carretera.
"Little Bastard" se cae de un pedestal en un museo
El eje de transmisión del "pequeño bastardo" y el motor fueron vendidos a dos pilotos. Durante la competición, ambos coches sufrieron una brutal colisión que acabó con la vida de sus ocupantes. El Porsche sumaba dos muertos más a su lista.
Y volvieron los problemas. Un coche de competición incorporó dos de las ruedas del Porsche. En medio de la carrera, ambos neumáticos estallaron y el coche se estrelló contra uno de los rivales. El corredor no murió, pero estuvo varios días en coma.
Dos muertos por culpa del Porsche
Entonces trasladó el Porsche 550 a su taller, y allí, al bajarlo del camión, las cuerdas que lo sostenían se rompieron y el coche cayó sobre uno de los mecánicos, que se fracturó las dos piernas.
Hasta aquí todo sería más o menos normal si no fuera porque después, este "pequeño bastardo" siguió llevando la desgracia allá donde fuera. El primero fue George Barris, que decidió quedarse con el destrozado Little Bastard y aprovechar algunas de las partes que podían ser útiles tras el accidente.