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VILLAMAYOR DE SANTIAGO: Era tarde y tus ojos dibujaban cansancio. Te sentaste...

Era tarde y tus ojos dibujaban cansancio. Te sentaste a mi lado en el banco del parque y pusiste toda tu atención en mi. Hacías lo que podías para escucharme pero no lo pudiste negar, tus ojos se cerraban.

Estuvimos paseando por las calles de san Andreu. Así y todo, dormida, que bonita que estabas. Creció mi amor por ti, contemplando tu mirada adormecida.

Te cogí de la mano y caminabas ya soñando. Qué feliz me sentí de escuchar que de tus labios salió un "te quiero", hasta en estado inconsiciente...

Paré un Taxi, te abrí la puerta y entraste dentro con un gesto cansado. Mientras le dije la dirección al taxista, tu cabeza reposaba en mi hombro y de nuevo sentí que me invadía la felicidad.

Llegamos a tu portal. Mientras subíamos por el ascensor, me sonreíste. Qué preciosa sonrisa, débil por el sueño.

Abrimos la puerta de tu casa y después de dejar todas tus cosas sobre la mesa, te sentaste en el sofá invitándome a sentarme a tu lado. No pasaron ni cinco minutos y de nuevo te quedaste dormida, en otro mundo. Tus brazos rodearon mi cuello. Te levanté y te llevé a tu habitación.

Te puse encima de la cama y te coloqué en una posición cómoda. Era una fría noche de Otoño y fuera, en la calle, llovía.

Te puse dos mantas encima y te cubrí toda para que no pasaras frío. Consciente de que otra vez te estaba cuidando más de la cuenta, me sonreíste con los ojos cerrados.

Y cuando me acerqué a ti y te susurré "descansa princesa, te quiero", me besaste.

Me diste un beso de los tuyos, de los que empapan de dulzura mis labios.

Antes de salir de tu casa, estuve unos minutos de pie, al lado de tu cama.

Contemplaba cómo dormías y recuerdo que en ese momento no necesitaba nada más para ser feliz. Lo repito, contigo me invade la felicidad.

Dormiste y descansaste mucho. Al día siguiente te esperaba un día de trabajo muy duro.

Pero al caer la noche, te fui a buscar como siempre y pudimos charlar, besarnos...

Pude acariciarte y decirte de nuevo cuánto te quiero...

Y cuando volviste a tener sueño, te llevé a casa. Y volví a sentirme muy lleno, contemplando cómo dormías.

Buenas noches princesa, espero poder estar en todas tus noches.

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