Los hombres vulgares están siempre satisfechos de sí mismos. Dan por buenos sus gustos, preferencias y opiniones, sin reflexionar demasiado. No se exigen nada, no se remiten a instancias superiores, se conforman con lo poco que buenamente encuentran en su cabeza y están encantados de ser como son. Por el contrario, los hombres excelentes viven exigiéndose. No le encuentran sabor a la vida si no la ponen al servicio de una empresa superior o trascendente. Estos hombres desestiman lo que no les cuesta esfuerzo y sólo aceptan como digno de ellos lo que aún está por encima y les reclama un estirón para alcanzarlo. Esta es la vida como disciplina: la vida noble" EL CRITICO.