Poeta y Angel 1.
Tenéis toda la razón del mundo. No censuro al que tenga resentimientos contra su padre o cualquier otra persona. Yo también sé algo de eso. Pero quiero suavizar las emociones.
Tengo la colección de cuentos de Tomás Salvador (escritor catalán), el que más me gusta es el de un muchacho de 14 años, oriundo de La Mancha. El mozo ayudaba a sus padres en la vendimia mientras Sultán (el perro) estaba echado bajo una cepa. En un momento de cansancio dijo: “Me gustaría ser como Sultán”; el padre lo miró y no dijo nada. Al regresar al pueblo el joven quiso subir al carro y el padre le dijo, “tú, con Sultán”. Lo mismo ocurrió a la hora de cenar y de acostarse.
Durante muchos días el padre mantuvo su actitud. El hijo abandonó el pueblo y se fue a la ciudad; mientras la madre lloraba y el padre callaba. El muchacho trabajó duro como botones de un banco, estudió y llegó a ser director del banco. Se casó y tuvo dos hijos.
Un día el “emigrado” regresó al pueblo con su nueva familia y fue a casa de los padres. El padre, ya anciano, comenzó a llorar y abrazó a su hijo. Luego, miró a su mujer y le dijo: abraza a tu hijo, ya es todo un hombre.
Esta historia siempre me ha emocionado, ahí os la dejo.
Saludos
Vicente.
Tenéis toda la razón del mundo. No censuro al que tenga resentimientos contra su padre o cualquier otra persona. Yo también sé algo de eso. Pero quiero suavizar las emociones.
Tengo la colección de cuentos de Tomás Salvador (escritor catalán), el que más me gusta es el de un muchacho de 14 años, oriundo de La Mancha. El mozo ayudaba a sus padres en la vendimia mientras Sultán (el perro) estaba echado bajo una cepa. En un momento de cansancio dijo: “Me gustaría ser como Sultán”; el padre lo miró y no dijo nada. Al regresar al pueblo el joven quiso subir al carro y el padre le dijo, “tú, con Sultán”. Lo mismo ocurrió a la hora de cenar y de acostarse.
Durante muchos días el padre mantuvo su actitud. El hijo abandonó el pueblo y se fue a la ciudad; mientras la madre lloraba y el padre callaba. El muchacho trabajó duro como botones de un banco, estudió y llegó a ser director del banco. Se casó y tuvo dos hijos.
Un día el “emigrado” regresó al pueblo con su nueva familia y fue a casa de los padres. El padre, ya anciano, comenzó a llorar y abrazó a su hijo. Luego, miró a su mujer y le dijo: abraza a tu hijo, ya es todo un hombre.
Esta historia siempre me ha emocionado, ahí os la dejo.
Saludos
Vicente.