Angel, Nicolás, Poeta:
Este diálogo me ha abierto viejas heridas. El caso es que creo que todos tenemos razón. Yo tuve la suerte de no tener un padre abusador, porque tuve la mala suerte de que se muriera cuando yo tenía tres años.
A cambio de eso, durante siete años tuve que soportar los maltratos en un orfanato. Era gente que había estudiado, o estudiaba, para el Magisterio. Bofetadas recibidas a pié firme, reglazos en las puntas de los dedos, imaginarias de rodillas y los brazos en cruz sobre baldosas heladas en pleno invierno. De rodillas en el patio, entre piedras, con el sol pegándote de plano a las dos de la tarde. Nos ponían al sol en pleno verano, no había agua y la lengua se nos ponía tan hinchada que ocupaba toda la boca. Afortunadamente estaba regido por un cura y atendido por diez monjas mercedarias. ¿Qué tal si no hubiera sido así?
Por supuesto, no apruebo las golpizas de padres con vocación de matones, y ahora los hay como en otros tiempos. En serio, habría preferido una buena patada, de mi padre, en la rabadilla que los abusos a que nos sometían aquellos apóstoles que nos apaleaban en nombre de Dios, a eso hay que sumarle las secuelas de baja autoestima y un constante temor a los castigos que producía ansiedad.
Saludos
Vicente.
Este diálogo me ha abierto viejas heridas. El caso es que creo que todos tenemos razón. Yo tuve la suerte de no tener un padre abusador, porque tuve la mala suerte de que se muriera cuando yo tenía tres años.
A cambio de eso, durante siete años tuve que soportar los maltratos en un orfanato. Era gente que había estudiado, o estudiaba, para el Magisterio. Bofetadas recibidas a pié firme, reglazos en las puntas de los dedos, imaginarias de rodillas y los brazos en cruz sobre baldosas heladas en pleno invierno. De rodillas en el patio, entre piedras, con el sol pegándote de plano a las dos de la tarde. Nos ponían al sol en pleno verano, no había agua y la lengua se nos ponía tan hinchada que ocupaba toda la boca. Afortunadamente estaba regido por un cura y atendido por diez monjas mercedarias. ¿Qué tal si no hubiera sido así?
Por supuesto, no apruebo las golpizas de padres con vocación de matones, y ahora los hay como en otros tiempos. En serio, habría preferido una buena patada, de mi padre, en la rabadilla que los abusos a que nos sometían aquellos apóstoles que nos apaleaban en nombre de Dios, a eso hay que sumarle las secuelas de baja autoestima y un constante temor a los castigos que producía ansiedad.
Saludos
Vicente.