Cabos sueltos
Cuestión de higiene
ZP se transmutó para la ocasión. En el hemiciclo reapareció el bambi de acero. “Le salen sucesores por todos los sitios”, le dijo el campeón al aspirante. Y es que el talante no está reñido con el talento ni con un buen gancho dialéctico. Rajoy lleva demasiado tiempo jugando con fuego. Ha terminado por quemarse. “Su mandato ha acabado ya”, alardeó el líder del PP pidiendo elecciones anticipadas. Pero en realidad sucede que o finaliza pronto la carrera o el ciclista/registrador tendrá que ser recogido por el coche-escoba. Marzo está lejos. Rajoy no aguanta. Lleva en campaña desde horas más tarde del 14-M.
Advertí ayer que Rajoy comparecería en el debate del estado de la Nación con todos sus globos pinchados. Así ha sido. Adiós a la teoría de la conspiración sobre el 11-M. Adiós a su obsesión de presentar a Zapatero como el agente de ETA instalado en La Moncloa, cuyo principal deleite sería hostigar y traicionar a las víctimas. Adiós también a la putrefacta fábula de la persecución policial a los militantes del PP, como si ZP fuera el Fürher y la policía española, la Gestapo.
El anunció de los 2.500 euros por niño nacido o adoptado le cogió al jefe de la derecha con el paso cambiado. Rajoy se había crecido con el atentado de la te-4. Había levitado con la ruptura formal por parte de ETA del alto el fuego. Había rozado el éxtasis la noche de las elecciones municipales y autonómicas, cuando el balcón de Génova se abrió de nuevo para la victoria y algunos creyeron que España es Madrid y Valencia, y poco más.
Los asesinatos recientes de soldados y turistas españoles –en Líbano y en Yemen, respectivamente- le hicieron vislumbrar que tal vez, en esta oportunidad, Al Qaeda le echaba una manita. Pocas horas antes de empezar la sesión parlamentaria, en la cadena celestial Pedro J. Ramírez tranquilizaba a la audiencia. “Al Qaeda sí ha sido la causante de la muerte en Líbano y Yemen. No en el 11-M”, vino a decir el director de El Mundo.
Tres años de ignominia pepera merecían una respuesta contundente. La tuvo ayer Rajoy. Y la tendrá el PP en los comicios generales. Este país, por fortuna, desprecia a los agoreros profesionales, a las plañideras de oficio y a los tramposos sin escrúpulos. No se trata, en sentido estricto, de una cuestión ideológica, de derechas o de izquierdas. Es una cuestión, sobre todo, de higiene mental. O, si se prefiere, de higiene a secas.
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