CUEVAS DE VELASCO: Anoche escuché a una persona a la que admiro mucho....

Anoche escuché a una persona a la que admiro mucho. Elsa Punset, escritora y filósofa, amén de hija de Eduard Punset, un filósofo y humanista que regala sabiduría y humildad en sus actos, ya sea como escritor o conduciendo programas de difusión científica.

Tanto el padre como la hija son estudiosos del comportamiento humano. Investigan, observan, reflexionan y nos invitan a reflexionar con ellos.

Elsa, quien sólo su aspecto físico y su tono de voz invitan ya a la relajación y a la apertura de los sentidos, planteaba el otro día en un programa de TV, lo importante que es para todo ser humano la comunicación a través del tacto. En una época como la que vivimos, en que todo va tremendamente deprisa y donde los medios de comunicación resultan tan atractivos y rápidos a la hora de conectar con otras personas (Facebook, Messenger, Twenty...), nos olvidamos de los efectos tan beneficiosos que proporciona el contacto físico.
El cuerpo es una herramienta poderosa de comunicación. Con él transmitimos a quienes nos rodean quienes somos en realidad, qué esperamos del otro, qué estamos dispuestos a ofrecer... A través de él, con un simple abrazo, independientemente del mensaje que ese abrazo transmita (amor, amistad, apoyo,...) significa siempre, ¡aquí estoy!, ¡cuenta conmigo!.
Y ese mensaje se traduce, sin duda, en un bienestar tanto en el que lo da, como en el que lo recibe. No hay nada más gustoso que acariciar y abrazar a quienes queremos. Y tan necesitados estamos de ese contacto físico que hoy, más que nunca, se recurre a los masajes, aunque nos cuesten dinero, para obtener ese beneficio que tanto ansiamos. Y esto es así porque todavía perdura en nuestra mente un falso pudor por mostrarse tal y como se es, disfrutando tocando al otro. El deseo de querer y sentirse querido se oculta, a veces, por temor a que se confunda con fragilidad...
Tocar, besar, abrazar, no expresan fragilidad, sino verdades íntimas compartidas.

Esta mañana viví un episodio en el metro que es bastante recurrente por las condiciones en las que viajamos... Una joven inglesa no pudo agarrarse a la barra y en un momento se balanceó y cayó (literalmente) sobre mí. No sé porqué razón, me giré y la sujeté con un abrazo. Todavía guardo su mirada y su sonrisa que, tal vez me hubiera perdido, de no haberla sujetado de la forma que lo hice.

Y como estoy en racha, he decidido pasarme por aquí un momento por si algun@ de vosotr@s andaba un poco falt@ de abrazos a ofreceros el mío (aunque sea de palabra) y ya de paso, llevármelos yo también puestos... jajaja

¡Feliz día... Abrazando ¡

Blanqui, sigue este remedio y verás que el otoño se pasa mejor y hasta es posible que las migrañas... ¡Emigren!... ¡Cuídate ¡.


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