Una de las épocas más bonitas para vivir en Almadenejos es Semana Santa.
Para mí y para mi hermano Jose, era desde bien pequeños, como para tantos otros, una evasión de los menesteres y la cotidianeidad de la capital.
Era abismal el cambio. Pasar de las aglomeraciones, la indiferencia, la competitividad..., de la ciudad, a la familiariedad, la solidaridad, la consideración, incluso yo diría que la expectación por ver como veníamos los de la urbe.
Admirable era empezar a tratar de integrarse en temas para nosotros desconocidos, el campo, las lumbres, coger espárragos, las conversaciones y expresiones, las costumbres, la comida....
Posiblemente esto actualmente suene raro, porque hoy en día no existen diferencias entre la convivencia rural y la urbana, o tal vez muy pocas.
Hasta tal punto era desigual el comportamiento y la compostura en un lugar o en otro, que yo cuando algún año me llevé amigos al pueblo, a casa de mi abuela, era yo personalmente el que me erigía como anfitrión, sabedor y conocedor de todos los cometidos rurales.
Como anécdota, a mi amigo Manolo, de Carabanchel, con catorce años que tendríamos, le hice cruzar el río, tras de mí, cuando iba un poco ablentado. Se le escaparon hasta las botas y tuvimos que rescatarlas aguas abajo, después de muchas vicisitudes.
Ese día (Viernes Santo), cuando conseguimos llegar al pueblo, se quedó en casa con mi abuela Leandra, en la lumbre, hasta que nos vinimos a Madrid el lunes de Pascua. Yo no sabía como justificarle cuando los amigos y amigas del pueblo a los que les había presentado, me preguntaban. Eso sí, él en Madrid contaba maravillas del pueblo y su expreso deseo de volver. Yo creo que incluso se enamoró de alguna de las guapas chicas almadenejeras que compartína nuestra generación.
También os digo que yo no era Rambow, pero algo de lo que a mí me enseñaban los del pueblo, tenía que traspasarlo y darlo a conocer a los incultos sobre el tema.
En cuanto a la Semana Santa en particular, me parece una de las mejores épocas para visitar el pueblo.
Ríos que corren cristalinos,
Campos desafiantes de verde tonalidad,
Olores campestres y Divinos,
Sensaciones de amor, devoción y amistad.
Cartucho.
Para mí y para mi hermano Jose, era desde bien pequeños, como para tantos otros, una evasión de los menesteres y la cotidianeidad de la capital.
Era abismal el cambio. Pasar de las aglomeraciones, la indiferencia, la competitividad..., de la ciudad, a la familiariedad, la solidaridad, la consideración, incluso yo diría que la expectación por ver como veníamos los de la urbe.
Admirable era empezar a tratar de integrarse en temas para nosotros desconocidos, el campo, las lumbres, coger espárragos, las conversaciones y expresiones, las costumbres, la comida....
Posiblemente esto actualmente suene raro, porque hoy en día no existen diferencias entre la convivencia rural y la urbana, o tal vez muy pocas.
Hasta tal punto era desigual el comportamiento y la compostura en un lugar o en otro, que yo cuando algún año me llevé amigos al pueblo, a casa de mi abuela, era yo personalmente el que me erigía como anfitrión, sabedor y conocedor de todos los cometidos rurales.
Como anécdota, a mi amigo Manolo, de Carabanchel, con catorce años que tendríamos, le hice cruzar el río, tras de mí, cuando iba un poco ablentado. Se le escaparon hasta las botas y tuvimos que rescatarlas aguas abajo, después de muchas vicisitudes.
Ese día (Viernes Santo), cuando conseguimos llegar al pueblo, se quedó en casa con mi abuela Leandra, en la lumbre, hasta que nos vinimos a Madrid el lunes de Pascua. Yo no sabía como justificarle cuando los amigos y amigas del pueblo a los que les había presentado, me preguntaban. Eso sí, él en Madrid contaba maravillas del pueblo y su expreso deseo de volver. Yo creo que incluso se enamoró de alguna de las guapas chicas almadenejeras que compartína nuestra generación.
También os digo que yo no era Rambow, pero algo de lo que a mí me enseñaban los del pueblo, tenía que traspasarlo y darlo a conocer a los incultos sobre el tema.
En cuanto a la Semana Santa en particular, me parece una de las mejores épocas para visitar el pueblo.
Ríos que corren cristalinos,
Campos desafiantes de verde tonalidad,
Olores campestres y Divinos,
Sensaciones de amor, devoción y amistad.
Cartucho.