Ofertas de luz y gas

ALDEA DEL REY: Ni la pregunta de Rajoy ni la de Sánchez Llibre lograron...

Ni la pregunta de Rajoy ni la de Sánchez Llibre lograron arrancar al presidente ni una pista de la reforma fiscal.

17 Septiembre 09 - Madrid - Esther L. Palomera Compártelo: ¿Qué le pasa a Zapatero? El presidente estaba ayer demacrado y ojeroso. Son las nueve de la mañana, y en la Carrera de San Jerónimo empieza el «espectáculo» más seguido de la semana. En las tribunas de prensa se especula sobre el aspecto del jefe de Gobierno: serán los desvelos por la crisis; serán los parados; será la marcha de Solbes; será la virulencia del editorial de un medio «amigo» con el que se ha desayunado; será que ya no es sólo Rajoy quien entra a degüello en la sesión de control al Gobierno... Un poco de todo. Al menos, en la Cámara Baja no se ha reproducido el espectáculo de los pañuelos blancos del día anterior en el Senado. ¡Era lo que nos faltaba!
Aquí no hay pañuelos ni bufonadas, pero CiU y PP han encontrado un punto de encuentro que puede hacer más daño al PSOE que el abucheo, y hacen pinza contra la subida de los impuestos que nos prepara el Gobierno y no nos detalla.

Ni cuáles ni cuánto
Zapatero sigue sin decirnos cuáles serán los impuestos que nos suba y cuánto subirán y hace todo tipo de requiebros para esquivar sendas preguntas de Rajoy y Josep Sánchez Llibre sobre el asunto: que si la presión fiscal estará siempre por debajo de lo que él la heredó en 2004; que si habrá subidas de tributos, pero también bajadas: que si la solidaridad es eso; que si gobernar es tomar todo tipo de decisiones gusten más o menos... Pero sobre cuáles serán los impuestos, nada.
Lo intenta y no lo logra Josep Sánchez Llibre (CiU), que en ausencia de su jefe Durán i Lleida, se bate en duelo por primera vez con el presidente del Gobierno. «Gobernar es tomar decisiones, unas veces más amables y otras que exigen más compromiso y responsabilidad», le espeta Zapatero al nacionalista catalán para justificar la reforma impositiva que, según dice, incluirá subidas y bajadas de impuestos.
Un escéptico Sánchez Llibre le replica que si ya se equivocó al diagnosticar la crisis, lo hará ahora también con su receta. «Un grave error» le insiste.
En éstas llega Rajoy y sigue con lo mismo. Y además le recuerda lo que a un gobernante no le gusta nunca que le recuerden, su programa electoral. Sí, el del PSOE de 2008, según el jefe de la oposición, prometía que no habría subidas de impuestos. Pero Zapatero le matiza en sus 20 segundos de réplica al contar que el compromiso de los socialistas es «no elevar la presión fiscal». Es entonces cuando garantiza que, en efecto, no subirá nunca por encima del 34,5 en que la dejó el PP en 2004. Pocas, por tanto, son las novedades que aporta el presidente sobre la que nos espera a los contribuyentes el próximo año. Y eso que Mariano Rajoy le pincha con sus continuos cambios de criterio y le trae a la memoria su frase aquella de que «bajar los impuestos es de izquierdas».
Ni por ésas. Ya dijo el presidente hace una semana que en materia impositiva no tiene ideología y hoy insiste en que la «política fiscal» –como instrumento para hacer frente a la crisis económica– debe «adecuarse a las circunstancias de la economía». Más claro el agua: hay que subir los impuestos para «mantener la protección social y la inversión productiva», y de paso volver al Pacto de Estabilidad que nos exige Bruselas.

El doble de la UE
¿Política social?, se pregunta Rajoy. La suya, apunta en alusión a Zapatero, tiene un saldo de 4.300.000 parados, «el doble de tasa de paro que la Unión Europea». Así que, prosigue, «comprenderá usted que esto no contribuye precisamente a generar confianza ni da una idea de que usted tenga convicciones firmes ni un plan serio para salir de la crisis».
Hasta aquí la parte impositiva, pero es que antes al presidente tampoco le fue mejor con la pregunta de Gaspar Llamazares sobre Afganistán y nuestras tropas. Tanto mentó la misión de paz y renegó de la guerra contra el terrorismo, que ahora, en el Gobierno, la cosa cambia y vamos a enviar 220 soldados más a la zona, y no a hacer labores humanitarias, sino a «reforzar la seguridad en la misión», según admite Zapatero. A Llamazares no le gusta y le avisa de que enviar más efectivos es «dejarlos en tierra de nadie» y les pone «aún en más peligro».
«Para el ejército afgano y el estadounidense no somos combatientes, pero para los insurgentes afganos y cada vez más para los ciudadanos, somos ocupantes», advierte el de IU. Pero el presidente está ya en otro registro que no es el del antaño de rechazar la ocupación y la guerra contra el terrorismo, y le argumenta que también Bélgica, Francia, Alemania, Italia, Holanda, Portugal y Polonia han reforzado sus contingentes. Es más, no disimula, por más que el de IU le recuerda su pasado, que la misión española tiene como objetivo «evitar un régimen talibán que ha sido promotor del terrorismo islamista en todo el mundo».