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ALDEA DEL REY: Yo también me he encontrado, a un guitarrista, tecleando...

Yo también me he encontrado, a un guitarrista, tecleando nostalgias: oí su música que se me antojó un lamento de antiguas primaveras. Las notas, sonaban a amor: a apego a la tierra en la que interrumpieron su niñez. Hablaban de la ancha Castilla...
De El Sol que caía encendido sobre las cumbres, vestidas de blanco, tiñendo de colores las nubes que cabalgaban sobre el horizonte; mientras el viento, tenaz y frío mecía las comas de los pinos...
"un niño caminaba, arrastrando sus albarcas, por el áspero sendero; azada al hombro: demasiado pesada para su edad. Hacia El Este apuntaban las primeras estrellas, cuando un ruido ensordecedor, se invadió los campos... la guitarra calló, para transcurridos unos minutos, proseguir en sus lamentos. El ruido cesó y el muchacho, reanudó la marcha hacia "el lugar". Las sombras aún no habían borrado las casas grises, apretujadas sobre la torre de ladrillo rojizo. Las palomas revoloteaban asustadas, regresando a los huecos que habían dejado las bigas en el viejo castillo. El muchacho no entendía: le habían hablado de que el autor de sus días, estaba lejos, junto a otros hombres... a los niños no les contaban nada.
! Hola!-Era "el tío José uno de los viejos del lugar.
! Hola!-respondió el muchacho.
"El tío José (se decía) era un hombre muy sabio, y como si adivinará las las preguntas que se hacía EL MIÑO DE NUESTRO CUENTO, le dijo:
"Escucha, pequeño, los hombres nacemos con una especie de locura, que permanece dormida, hasta que alguien la despierta, y entonces, se torna en locura colectiva; algún día lo entenderás, y espero, que yo, yo, desde las sombras eternas, no presencia jamás, una tarde que naciera hermosa, empañada por las locuras de los hombres."
Había anochecido, cuando llegamos a las primeras casas.
Apenas durmió el niño aquella noche.
Algunos años después, con otros muchos niños, en un país desconocido, se escribió "este cuento" al hombro su guitarra, de tristes recuerdos.
LIBERTAD.