Una reflexión para los escépticos... sin personalizar.
No aconsejable para los que tengan prisa.
La Psicología, que como sabemos tiene como objeto en términos generales el estudio de la conducta, sea animal o humana, también ha arribado al estudio del sentido de la vida, es decir, existe una Psicología de la religión.
Hay personas que no son creyentes e, incluso con cierta petulancia manifiestan su escepticismo, agnosticismo o ateísmo. Y, claro; algún sentido tendrá para ellas la vida. El vocablo sentido podemos abordarlo como <dirección> (= rumbo o camino por el que se ha de ir), y también como <significación> (= meta o fin que deseamos conseguir). Pues bien; en el sentido de la vida caben simultáneamente estas dos acepciones, dirección y significación.
Estaremos de acuerdo en que el sentido de la vida se experimenta, se vive como experiencia. No se trata de una experiencia experimental, caso del científico que busca la verdad aséptica o neutral, sino de la una experiencia experiencial, es decir, un saber que se adquiere viviendo, un saber vital. V. gr., si uno tiene fe en Jesucristo, tendrá que vivir una experiencia de vida en la línea de Jesucristo, de lo contrario estaríamos en una clamorosa incoherencia. Si tengo fe, ésta debe ser cuanto menos viva, cualificada y operante, se debe concretar en hechos, como solidaridad con los demás.
Y, ¿qué actitudes o sentidos, según lo que se lee, escucha y vemos, damos a la vida los seres humanos?.
Los hay que dicen: <la vida humana carece de sentido>. Esta actitud es propia de la filosofía del existencialismo, que concibe al ser humano como pura libertad, sin límites, omnímoda, creadora de su propio destino. No se dan cuentan, o no quieren admitirlo, que la persona tiene los límites de su propia finitud, es limitada. La muerte es la frontera más traumatizante de esa pretendida libertad sin límites. Jean Paul Sartre, un filósofo de esa corriente, llegó a afirmar que <el hombre es una pasión inútil>, y, Albert Camus comparó la condición humana con el mito de Sísifo. ¡Hombre!, por pensar intelectualmente, vale, pero de ahí no pasamos.
Hay otros, y en la vida ordinaria los vemos con frecuencia, que afirman que el <sentido de la vida es lo inmediato>. Son los que dan culto al comamos y bebamos que mañana moriremos, que diría con ánimo crítico y desesperanzado el apóstol Pablo. ¿No vemos aquí refrendada y reflejada con elevado porcentaje a la actual juventud, genuflexa ante el triángulo mortal de la droga, el sexo y la violencia?. Esta actitud si ya de por sí no es una patología, con el tiempo reportará múltiples patologías.
También tenemos a aquellos que dicen que el <sentido de la vida consiste en el tener>. Son lo que consumen por consumir, es decir, enfocan el consumo en el tener. La llamada sociedad de consumo ha traído como consecuencias la superficialidad, el despilfarro, la explotación del hombre por el hombre, la destrucción del entorno natural, etc. No se trata ya de productos alimentarios, ropa, coches, etc., sino igualmente de consumo cultural e intelectual. Y por consumir consumimos hasta la TV basura.
En otro orden tenemos a los que piensan que el <sentido de la vida consiste en llevar una existencia honrada>, que no está mal, pero deficitaria también. Es el típico pequeño burgués que se conforma con la eficacia en el trabajo, en llevar una vida sin excesos, disfrutar de una familia, donde los hijos superen a los padres, ser tolerantes, practicar la filosofía individualista, etc. Son los que su adhieren a una vida de enfoque capitalista. Hacen del dinero un ídolo cuanto menos.
Por el contrario tenemos a aquellos que afirman que el <sentido de la vida está en el marxismo>, donde el trabajo está en función del bienestar general, donde lo que importa es la comunidad y no el individuo, y donde todo lo que suene a religión es un peligro, un enemigo. Fijan la felicidad de todos en la armonía, en la unanimidad o uniformidad, en el todos comiendo moje pero felices. Son los enemigos de la libertad, pues para lograr esa sociedad comunitaria tienen que suprimir la libertad.
Las anteriores actitudes o sentidos de la vida, como bien podemos constatar concluyen en la frontera de la muerte. Cuando llega ésta todo se acaba. ¿Es éste el sentido de la vida humana? Los hay que afirman que sí, otros que le buscan otro sentido.
Fue precisamente Jesucristo quien vino a decirnos y demostrarnos, con su mensaje y ejemplo, que la vida no concluye con la muerte. Que existe otra vida. El ser humano, quiéralo o no, está impulsado hacia la Trascendencia, que llevamos dentro. Somos por naturaleza ontológica humanos y divinos; y, por lo tanto, los sentidos anteriores de la vida no nos son válidos, hemos de creer y operar para conseguir otra vida que, en nada se asemejará a la presente. Tened fe y esperanza, nos decía Jesús, existe vida más allá de la muerte. No es un proyecto inútil el hombre. El ser humano es el único ser viviente que tiene autoconciencia o subjetividad, que es capaz de <en-sí-mismarse> (= ser en sí). Pero además, también tiene que <ser-con> los demás, vivir en comunidad, y <ser-para> seguir humanizando este mundo, ser cada día mejores y luchar contra la injusticia; pero, no olvidemos que el amor debe ser nuestra seña de identidad.
Alter ego.
18.11.08
No aconsejable para los que tengan prisa.
La Psicología, que como sabemos tiene como objeto en términos generales el estudio de la conducta, sea animal o humana, también ha arribado al estudio del sentido de la vida, es decir, existe una Psicología de la religión.
Hay personas que no son creyentes e, incluso con cierta petulancia manifiestan su escepticismo, agnosticismo o ateísmo. Y, claro; algún sentido tendrá para ellas la vida. El vocablo sentido podemos abordarlo como <dirección> (= rumbo o camino por el que se ha de ir), y también como <significación> (= meta o fin que deseamos conseguir). Pues bien; en el sentido de la vida caben simultáneamente estas dos acepciones, dirección y significación.
Estaremos de acuerdo en que el sentido de la vida se experimenta, se vive como experiencia. No se trata de una experiencia experimental, caso del científico que busca la verdad aséptica o neutral, sino de la una experiencia experiencial, es decir, un saber que se adquiere viviendo, un saber vital. V. gr., si uno tiene fe en Jesucristo, tendrá que vivir una experiencia de vida en la línea de Jesucristo, de lo contrario estaríamos en una clamorosa incoherencia. Si tengo fe, ésta debe ser cuanto menos viva, cualificada y operante, se debe concretar en hechos, como solidaridad con los demás.
Y, ¿qué actitudes o sentidos, según lo que se lee, escucha y vemos, damos a la vida los seres humanos?.
Los hay que dicen: <la vida humana carece de sentido>. Esta actitud es propia de la filosofía del existencialismo, que concibe al ser humano como pura libertad, sin límites, omnímoda, creadora de su propio destino. No se dan cuentan, o no quieren admitirlo, que la persona tiene los límites de su propia finitud, es limitada. La muerte es la frontera más traumatizante de esa pretendida libertad sin límites. Jean Paul Sartre, un filósofo de esa corriente, llegó a afirmar que <el hombre es una pasión inútil>, y, Albert Camus comparó la condición humana con el mito de Sísifo. ¡Hombre!, por pensar intelectualmente, vale, pero de ahí no pasamos.
Hay otros, y en la vida ordinaria los vemos con frecuencia, que afirman que el <sentido de la vida es lo inmediato>. Son los que dan culto al comamos y bebamos que mañana moriremos, que diría con ánimo crítico y desesperanzado el apóstol Pablo. ¿No vemos aquí refrendada y reflejada con elevado porcentaje a la actual juventud, genuflexa ante el triángulo mortal de la droga, el sexo y la violencia?. Esta actitud si ya de por sí no es una patología, con el tiempo reportará múltiples patologías.
También tenemos a aquellos que dicen que el <sentido de la vida consiste en el tener>. Son lo que consumen por consumir, es decir, enfocan el consumo en el tener. La llamada sociedad de consumo ha traído como consecuencias la superficialidad, el despilfarro, la explotación del hombre por el hombre, la destrucción del entorno natural, etc. No se trata ya de productos alimentarios, ropa, coches, etc., sino igualmente de consumo cultural e intelectual. Y por consumir consumimos hasta la TV basura.
En otro orden tenemos a los que piensan que el <sentido de la vida consiste en llevar una existencia honrada>, que no está mal, pero deficitaria también. Es el típico pequeño burgués que se conforma con la eficacia en el trabajo, en llevar una vida sin excesos, disfrutar de una familia, donde los hijos superen a los padres, ser tolerantes, practicar la filosofía individualista, etc. Son los que su adhieren a una vida de enfoque capitalista. Hacen del dinero un ídolo cuanto menos.
Por el contrario tenemos a aquellos que afirman que el <sentido de la vida está en el marxismo>, donde el trabajo está en función del bienestar general, donde lo que importa es la comunidad y no el individuo, y donde todo lo que suene a religión es un peligro, un enemigo. Fijan la felicidad de todos en la armonía, en la unanimidad o uniformidad, en el todos comiendo moje pero felices. Son los enemigos de la libertad, pues para lograr esa sociedad comunitaria tienen que suprimir la libertad.
Las anteriores actitudes o sentidos de la vida, como bien podemos constatar concluyen en la frontera de la muerte. Cuando llega ésta todo se acaba. ¿Es éste el sentido de la vida humana? Los hay que afirman que sí, otros que le buscan otro sentido.
Fue precisamente Jesucristo quien vino a decirnos y demostrarnos, con su mensaje y ejemplo, que la vida no concluye con la muerte. Que existe otra vida. El ser humano, quiéralo o no, está impulsado hacia la Trascendencia, que llevamos dentro. Somos por naturaleza ontológica humanos y divinos; y, por lo tanto, los sentidos anteriores de la vida no nos son válidos, hemos de creer y operar para conseguir otra vida que, en nada se asemejará a la presente. Tened fe y esperanza, nos decía Jesús, existe vida más allá de la muerte. No es un proyecto inútil el hombre. El ser humano es el único ser viviente que tiene autoconciencia o subjetividad, que es capaz de <en-sí-mismarse> (= ser en sí). Pero además, también tiene que <ser-con> los demás, vivir en comunidad, y <ser-para> seguir humanizando este mundo, ser cada día mejores y luchar contra la injusticia; pero, no olvidemos que el amor debe ser nuestra seña de identidad.
Alter ego.
18.11.08