Con el corazón y el alma...
Tu prosa, Jardinero de la nubes, amigo, suave y hermosa, tanto en la forma como en el fondo -aunque algunos discrepen-, emana humanitarismo, exquisita sensibilidad, enriquecimiento cultural e intelectual y, esencialmente, porque ello dice mucho de ti, espiritualidad cristiana.
No domino porque no la practica ni en mis dichos ni en mis hechos la técnica de la adulación. Por lo tanto, no enfoques lo que te diga por ahí.
Que sólo tienes un libro en tu casa, LA BIBLIA... aunque varias...; empiezas a ‘traicionar’ nuestra amistad... mentirosillo.
Aun siendo así, lo cual dudo, posees el libro por excelencia. No se ha escrito ni se va a escribir otro tan excelso y grandioso..., porque su contenido y mensaje dan sentido a la vida humana, como ÉSE.
Es muy complicado no asociar, salvo en el caso de una hipocresía diabólica (satánica), tus escritos con tu praxis personal, que discurren en coherencia total, por honestidad. No puede ser de otra manera.
Entre lo que Jesús decía o enseñaba, en relación a su conducta, existió una identidad plena, suprema, sublime. La praxis de Jesús era su mensaje, su mensaje era su praxis. Por eso, en su caso como en ningún otro, si las palabras enseñan, los ejemplos arrastran.
Ha calado en ti, Jardinero de las nubes, amigo, muy hondo, porque lo has asumido en tu mismidad más profunda e íntima, el mensaje de Jesús. Te leo y me embeleso y, mi espíritu, que gusta de sensibilidad y humanitarismo, viaja por atmósferas de deliciosa espiritualidad. Tu delicadeza me hace disfrutar aureolado por un halo de felicidad cristiana. Ésa es tu grandeza, Jardinero de las nubes... tu humildad.
Jesús, que era (es) Hijo de Dios, nació en un pesebre..., y sólo dejó escrito, que se sepa, una especie de garabato en la arena. Salvo la escuela familiar, la pública... si la había y la sinagoga, en ningún instituto ni universidad estudió. Eso sí, observo, meditó, conocía la Ley (AT)... y, no vino a abolirlo sino a perfeccionarlo. No tenía libros.
¡Ya quisiera yo, Jardinero de las nubes, amigo, poseer tu humildad y sublimidad! Eres motivo de emulación.
Lo sutil en ti, por tu culto a la humildad, atisba a veces ribetes de ironía producto o resultado, considero que espontáneo e involuntario, de tu grandeza moral.
Alter ego.
Tu prosa, Jardinero de la nubes, amigo, suave y hermosa, tanto en la forma como en el fondo -aunque algunos discrepen-, emana humanitarismo, exquisita sensibilidad, enriquecimiento cultural e intelectual y, esencialmente, porque ello dice mucho de ti, espiritualidad cristiana.
No domino porque no la practica ni en mis dichos ni en mis hechos la técnica de la adulación. Por lo tanto, no enfoques lo que te diga por ahí.
Que sólo tienes un libro en tu casa, LA BIBLIA... aunque varias...; empiezas a ‘traicionar’ nuestra amistad... mentirosillo.
Aun siendo así, lo cual dudo, posees el libro por excelencia. No se ha escrito ni se va a escribir otro tan excelso y grandioso..., porque su contenido y mensaje dan sentido a la vida humana, como ÉSE.
Es muy complicado no asociar, salvo en el caso de una hipocresía diabólica (satánica), tus escritos con tu praxis personal, que discurren en coherencia total, por honestidad. No puede ser de otra manera.
Entre lo que Jesús decía o enseñaba, en relación a su conducta, existió una identidad plena, suprema, sublime. La praxis de Jesús era su mensaje, su mensaje era su praxis. Por eso, en su caso como en ningún otro, si las palabras enseñan, los ejemplos arrastran.
Ha calado en ti, Jardinero de las nubes, amigo, muy hondo, porque lo has asumido en tu mismidad más profunda e íntima, el mensaje de Jesús. Te leo y me embeleso y, mi espíritu, que gusta de sensibilidad y humanitarismo, viaja por atmósferas de deliciosa espiritualidad. Tu delicadeza me hace disfrutar aureolado por un halo de felicidad cristiana. Ésa es tu grandeza, Jardinero de las nubes... tu humildad.
Jesús, que era (es) Hijo de Dios, nació en un pesebre..., y sólo dejó escrito, que se sepa, una especie de garabato en la arena. Salvo la escuela familiar, la pública... si la había y la sinagoga, en ningún instituto ni universidad estudió. Eso sí, observo, meditó, conocía la Ley (AT)... y, no vino a abolirlo sino a perfeccionarlo. No tenía libros.
¡Ya quisiera yo, Jardinero de las nubes, amigo, poseer tu humildad y sublimidad! Eres motivo de emulación.
Lo sutil en ti, por tu culto a la humildad, atisba a veces ribetes de ironía producto o resultado, considero que espontáneo e involuntario, de tu grandeza moral.
Alter ego.