YO SOY ASÍ.
En mis escritos, y lo digo con total honestidad, lejos de pretender pontificar, como alguien entiende que hago, o pretendo hacer, sólo me limito a opinar. El hecho de pensar (= facultad exclusiva del ser humano) es libre y se puede pensar lo que uno quiera y como quiera; pero, el pensamiento lógico tiene unas normas, unas premisas y unas conclusiones. Éste es mi modo de pensar.
Mi afición por excelencia, casi exclusiva, es la lectura sistemática y el estudio reglado. Gran parte de mi vida la he dedicado al estudio; horas y horas de día y hasta altas horas de la madrugada, la lectura y el estudio han ocupado mi mente. Dispongo, sacrificio y privaciones me ha costado, de una biblioteca personal que supera los 2.500 volúmenes, siendo muy selectivo a la hora de su adquisición. El libro para mí es parte de mi vida, es como un alimento más, aunque muy especial. Como consecuencia de su lectura y estudio, casi todos mis libros contienen anotaciones, subrayados, opiniones personales adjuntas, reflexiones...; es mi forma de quererlos, y, los quiero de verdad, son amigos míos, fieles y leales, no me traicionan.
Aparte de la indispensable por imprescindible dotación de diccionarios y enciclopedias, que son referentes a la hora de realizar consultas, qué tipo de libros conforman mi biblioteca. Todos los textos, y en varias materias de diferentes autores, de mis estudios ocupan un lugar privilegiado. En cuanto a los libros que compendian mi biblioteca, y no para la exposición, siempre he tenido especial inclinación por el ensayo, predominando lo científico, filosófico, antropológico, sociopolítico, psicológico y, muy especialmente, desde unos veinte años atrás, lo cristológico en la especialidad de la exégesis evangélica e histórica. Paralelamente al ensayo, la historia y la literatura, éstas en su faceta lectora, igualmente abundan en mi biblioteca. En cuanto a la novela, siempre me he inclinado por lo romántico y lo sentimental, aunque por la novela histórica tengo una especial predilección.
Sí, con sano orgullo y nada más, los libros son mis mejores amigos, de ellos he aprendido y sigo haciéndolo, a pensar, reflexionar y discernir. Me han permitido disponer de un espíritu crítico, huir de la credulidad y enfrentarme a lo creíble.
A mis hijos, a parte de preocuparme de su formación y educación, obligación inalienable por ineludible de paternidad, poco más les dejaré de herencia, aparte de una valiosa biblioteca. Y como tanto lo malo como lo bueno, salvo que Dios y la educación lo remedien en el caso primero, suelen heredarse y transmitirse, ellos también disponen de sus propias bibliotecas personales. El día de mañana, si Dios quiere, tendrán muchos más.
El estudio y la lectura forman e informan, de eso no cabe duda. Pero, en una ocasión le preguntaron al insigne A. Einstein, premio nobel de Física y gran matemático, ¿qué entendía él por cultura?, a lo que respondió: <la cultura viene a ser lo que queda en la persona después de haber olvidado todo lo que había estudiado>. Eso es, sencillamente, lo que ha quedado en mí: recursos dialécticos, capacidad de crítica, espíritu de discernimiento, sentido analítico, deseos de saber e investigar, recursos retóricos... y, poco más. No obstante, estoy muy satisfecho de mi afición al estudio y a la lectura. El tiempo, para abordar estas ‘debilidades’, carece de valor, la premura es un obstáculo. Mas, como dijo en una ocasión otro insigne pensador, éste filósofo, el gran Sócrates: <Sólo sé que no sé nada>.
Sólo una sola cosa sé, que poca ciencia (conocimientos) alejan de Dios, y mucha nos acercan a Él.
El estilo expositivo o redaccional, la forma de escribir, conlleva una peculiaridad personal, nada más. No se me malinterprete, por favor.
Alter ego.
En mis escritos, y lo digo con total honestidad, lejos de pretender pontificar, como alguien entiende que hago, o pretendo hacer, sólo me limito a opinar. El hecho de pensar (= facultad exclusiva del ser humano) es libre y se puede pensar lo que uno quiera y como quiera; pero, el pensamiento lógico tiene unas normas, unas premisas y unas conclusiones. Éste es mi modo de pensar.
Mi afición por excelencia, casi exclusiva, es la lectura sistemática y el estudio reglado. Gran parte de mi vida la he dedicado al estudio; horas y horas de día y hasta altas horas de la madrugada, la lectura y el estudio han ocupado mi mente. Dispongo, sacrificio y privaciones me ha costado, de una biblioteca personal que supera los 2.500 volúmenes, siendo muy selectivo a la hora de su adquisición. El libro para mí es parte de mi vida, es como un alimento más, aunque muy especial. Como consecuencia de su lectura y estudio, casi todos mis libros contienen anotaciones, subrayados, opiniones personales adjuntas, reflexiones...; es mi forma de quererlos, y, los quiero de verdad, son amigos míos, fieles y leales, no me traicionan.
Aparte de la indispensable por imprescindible dotación de diccionarios y enciclopedias, que son referentes a la hora de realizar consultas, qué tipo de libros conforman mi biblioteca. Todos los textos, y en varias materias de diferentes autores, de mis estudios ocupan un lugar privilegiado. En cuanto a los libros que compendian mi biblioteca, y no para la exposición, siempre he tenido especial inclinación por el ensayo, predominando lo científico, filosófico, antropológico, sociopolítico, psicológico y, muy especialmente, desde unos veinte años atrás, lo cristológico en la especialidad de la exégesis evangélica e histórica. Paralelamente al ensayo, la historia y la literatura, éstas en su faceta lectora, igualmente abundan en mi biblioteca. En cuanto a la novela, siempre me he inclinado por lo romántico y lo sentimental, aunque por la novela histórica tengo una especial predilección.
Sí, con sano orgullo y nada más, los libros son mis mejores amigos, de ellos he aprendido y sigo haciéndolo, a pensar, reflexionar y discernir. Me han permitido disponer de un espíritu crítico, huir de la credulidad y enfrentarme a lo creíble.
A mis hijos, a parte de preocuparme de su formación y educación, obligación inalienable por ineludible de paternidad, poco más les dejaré de herencia, aparte de una valiosa biblioteca. Y como tanto lo malo como lo bueno, salvo que Dios y la educación lo remedien en el caso primero, suelen heredarse y transmitirse, ellos también disponen de sus propias bibliotecas personales. El día de mañana, si Dios quiere, tendrán muchos más.
El estudio y la lectura forman e informan, de eso no cabe duda. Pero, en una ocasión le preguntaron al insigne A. Einstein, premio nobel de Física y gran matemático, ¿qué entendía él por cultura?, a lo que respondió: <la cultura viene a ser lo que queda en la persona después de haber olvidado todo lo que había estudiado>. Eso es, sencillamente, lo que ha quedado en mí: recursos dialécticos, capacidad de crítica, espíritu de discernimiento, sentido analítico, deseos de saber e investigar, recursos retóricos... y, poco más. No obstante, estoy muy satisfecho de mi afición al estudio y a la lectura. El tiempo, para abordar estas ‘debilidades’, carece de valor, la premura es un obstáculo. Mas, como dijo en una ocasión otro insigne pensador, éste filósofo, el gran Sócrates: <Sólo sé que no sé nada>.
Sólo una sola cosa sé, que poca ciencia (conocimientos) alejan de Dios, y mucha nos acercan a Él.
El estilo expositivo o redaccional, la forma de escribir, conlleva una peculiaridad personal, nada más. No se me malinterprete, por favor.
Alter ego.