Sobre lo que se ha visto y oído en torno a la Hermandad de la Virgen del Valle... sin ánimo de molestar. Pues sí; cada vez me reafirmo más y más en mi opinión: la única procesión que ciertamente impresiona, que subyuga, que impacta, es la del Santo Entierro de Cristo; las demás, por unos o por otras cada vez más están cayendo en la parafernalia, la fanfarria y el exhibicionismo personal y grupal. Unos dicen, muchos, que la Virgen cada vez recoge menos donativos, lo que se interpreta como un rechazo implícito a la forma de gestión de los actuales mandatarios, que, según parece han malgastado muchos donativos en adquisiciones innecesarias (bancos, adornos carrociles y tutti fruti). La Virgen fue un ejemplo paradigmático de humildad y de sencillez y, seguro que a Ella tanta parafernalia le venía grande, la rechazaba. Otros dicen; bueno, y para qué ahora lo de los costaleros. Pues, tal vez lleven razón. Puestos ya, quienes deberían ejercer esa función sofocante y penosa, tendrían que ser, dicen, los propios mandamases, y no limitarse a aplaudirles, darles agua y a animarles. Esto de los costaleros a mí que está de sobra, es algo alóctono, impropio de nuestra idiosincrasia. Según lo visto, sólo aplaudían unos pocos, poquitos, los interesados, los impulsores del bodrio. Otros y otras, muchos y muchas clamaban: ¡no hay pólvora de la Virgen, pero esto qué es!. Respuesta: no hay dinero. Pues, ni tanto ni tan calvo. Vi una vez la pólvora del Salvador de Calzada, donde se gasta sin límites y, me pregunto: ¿para qué esos gastos inútiles cuando hay tanto paro, tanta hambre y miseria? Seguro que la Virgen vería con buenos ojos, y mejores sentimientos, que esos recursos se destinasen a los menesterosos, a los necesitados, a ésos que son, lo dice el Evangelio, nuestros hermanos y hermanas. Dos, tres, seis o más millones de pesetas o, su equivalente en euros, como la parafernalia carrocil y verbenera, tendrían mejor y más cristiano destino atendiendo esas necesidades. La Virgen seguro que también lo vería mejor. Pero, ahora fijémonos en la procesión: un grupo por aquí de cháchara, otro por allá a su aire, filas rotas y desperdigadas, amasijo de gente, comentarios aquí y acullá, tumultos, gritos y vocerío. Y, pregunto yo: ¿qué hacen los y las del palo, léase, pincho, jineta, estandarte y banderola? Ésos son los que deben organizar el orden en la procesión. No; van todos y todas juntos, orondos y henchidos, ufanos y predispuestos, mirando aquí y allá, exhibiéndose. Las hormigas lo hacen mejor. Un desastre de procesión. Don José Luis Golderos, que solía pecar de soberbia y de avaricia, perdóneme usted, tenía razón en su crítica a esta fanfarria y parafernalia. El Cristianismo es otra cosa muy distinta, es sentimiento, amor al prójimo, humildad y sencillez, entre otras muchas cosas. Ésa es la razón y no otra, de que cada día atraiga más Jesús de Nazaret, su vida y su mensaje, y la gente se distancie más y más de todo lo que huela a Iglesia fanfarriera. Cuando uno lee, profundiza, razona y asume el Evangelio, el seguimiento de Jesús, todo lo demás le sobra. Otros curas a este paso van a llegar o les van hacer comulgar con ruedas de molino. Ya lo decía el filósofo peripatético, el término medio, ahí está la virtud. Seguro que los del Cristo, más humildes ellos, sí que tendrán pólvora. Siento rubor ajeno ante tanto circo y teatro, ante tanto exhibicionismo, ante tanta doblez de espíritu, ante tanta hipocresía. Mas, dejemos tanta fanfarria procesionil y vayámonos, p. ej., al botellón de la juventud... y de la infancia, porque, desgraciadamente allí hay menores desbarrando como los demás. ¡Qué juventud estamos cultivando! Después del macrobotellón de la Feria y Fiestas, sentía uno sonrojo al pasar por allí. Los cromañones estaban más civilizados que nosotros. Cuando estos infantes y jóvenes de 12, 13, 14... años, ingiriendo alcohol y otras yerbas, sí, también otras yerbas, y malas, tengan 40 ó 50 años, sus hígados y páncreas estarán hechos unos coladeros. ¡Qué pena! ¡Aquellas verbenas de antes, qué nostalgia! Todos somos culpables de estos desaguisados. A esto llamo crítica constructiva. Otra cosa, no.
Alter ego.
Alter ego.