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ALDEA DEL REY: En una ocasión le preguntaron a Napoleón cuál era el...

En una ocasión le preguntaron a Napoleón cuál era el día del cual guardaba un recuerdo inolvidable, y él respondió sin vacilar: "El día de mi Primera Comunión".

Durante estos días de mayo las iglesias y los parques se llenan de palomas de inocencia, y su vista me ha hecho recordar cuando me llegó a mí la vez... hace mucho, mucho tiempo.

Fue el único momento de mi vida en que lucí galones y bellos entorchados, pues mi traje era de almirante de marina. No se me ha olvidado la emoción de hojear los catálogos de trajes de Primera Comunión. Cuando me dijeron cuál iba a ser mi traje, el corazón me dio un vuelco. También me dijeron que ya podría estrenar reloj... El culmen de la alegría de un niño de aquellos entonces.

Las clases de catequesis fueron un soberano aburrimiento para mí. No sabía apenas nada el día que comí el pan de los ángeles, como se suele decir. Y encima lo comí solo. Por extrañas circunstancias, no hice la Primera Comunión con otros niños, lo cual representó un enorme varapalo para mí, teniendo en cuenta mi indeleble timidez: me sentía flechado por todas las miradas de la iglesia. Después mi familia celebró una comida en el campo, y allí sí que sentí el disfrute de ese día. Pero lo pasé en soledad, porque no vino la niña que yo deseaba que viniera. Momentos importantes de mi vida que Dios se empecinó que pasara en soledad... No había otro niño más que yo en la celebración.

Me hubiera gustado haber pasado desapercibido, oler las flores de los ramilletes de las niñas de Primera Comunión, y, sobre todo, que hubiera habido otros niños en mi Comunión... y ella de un modo especial.

Todo en la vida me vino rodado para que me convirtiera en el ser solitario y melancólico en que me finalmente me convertí. Por este motivo, aún creo que sigo siendo ese niño que espera la realización de esos sueños tan sencillos que entonces albergaba: conseguir afecto de la gente, simple y llanamente eso.

Hoy me hablan de niños que hacen su Primera Comunión, niños de gente por la que siento afecto, cuya felicidad percibo en mi alma aunque mis ojos no los vean. Cuando hice mi Comunión, la hice en soledad... y ahora en ausencia y soledad asisto a las comuniones de los niños de hoy. Así lo quisiste, Dios amado, y no seré yo quien te cubra de reproches porque no me diste una vida normal. Estuviste siempre conmigo, y me enseñaste a amar en la distancia. Y te amé porque nunca te influyó el hecho de que muchos niños que hacían la Comunión dejaran de amarte con el paso de los años; lo importante era el amor que ellos te inspiraban. Algunas veces te escondías y venían a tu encuentro cuando ya nadie lo esperaba. El cielo se poblaba entonces de arcos iris que querían semejar sonrisas. Pero nunca dejaste de suspirar por aquéllos que no te amaban y a quienes sin embargo favorecías sin que se apercibieran de ello. Así comparé tu soledad con la mía y las convertimos en mutuo amor. Aunque traten de convencernos de la inutilidad de nuestro sentimiento, seguiremos marchando juntos por la vida; y aunque al final resulte equivocado, no te echaré la culpa, y antes diré que mi corazón era imperfecto y no aprendió a latir de otra manera.

Niños que hacéis la Primera Comunión, benditos seáis ahora y siempre. Vuestro Dios no os olvidará aunque terminéis olvidándole.

El jardinero de las nubes.