Compramos energía a futuro

ALDEA DEL REY: En tu respuesta a mi comentario sobre el Cristianismo,...

En tu respuesta a mi comentario sobre el Cristianismo, observo que me formulas dos preguntas: 1ª) ¿Cuántos siguen hoy las enseñanzas del Cristianismo?, y, 2ª) Que el Cristianismo al día de hoy, no ha terminado con las desigualdades existentes en el mundo. Pues, amigo mío, vamos a ello.
En la primera carta de San Pedro (1 Pe 3, 15), instituido por Jesús como jefe de los apóstoles, dirigiéndose en Jerusalén a los judíos llegados de la diáspora para celebrar la festividad de Pentecostés, decía lo siguiente: <Alabad a Cristo, el Señor, y estad siempre dispuestos a dar razón de vuestra esperanza>. Pues, bien, amigo Libertad; tu pregunta sobre los seguidores del Evangelio (= Cristianismo) hoy, la considero un tanto injusta y desagradecida. ¿Que cuántos cristianos hay hoy?. Muchísimos... y muchísimas, amigo Libertad. Como muestra sólo un botón -hay muchísimos botones- que viene al caso. Si tienes la oportunidad, p. ej., de visitar Madrid, te recomiendo curses una visita al Cotolengo, carretera de Ávila. Allí encontrarás seres humanos, la mayoría de ellos (y ellas) son deficientes psíquicos profundos, cuyos gestos, actitudes, comportamientos, en sillas de ruedas la mayoría, producen en la sensibilidad humana un hundimiento moral impresionante. La responsable del centro, una amiga mía, sólo me permitió visitar -eso me dijo- la planta donde se encontraban aquellos seres humanos deficientes psíquicos profundos, que mi sensibilidad podría soportar. Había otra planta, que según ella, allí se encontraban, también seres humanos, deformados, aberraciones de la naturaleza humana, engendros. Discurriendo por uno de los pasillos, pregunté a mi amiga, la responsable del Cotolengo: dime la verdad, ¿eres feliz aquí?. Me detuvo en nuestro discurrir por el pasillo, y mirándome a los ojos y poniéndome sus manos en mi pecho, me dijo estas palabras: <Mira -dijo mi nombre-, todo la felicidad que tú puedas concebir en un ser humano, p. ej., tú, soy yo de feliz aquí. En tod@s y en cada un@ de ellos y ellas, yo -omito su nombre-, veo a Jesucristo. Soy muy feliz, tengo la felicidad que necesito, mi vida es felicidad. Yo estoy con Jesús y Él está conmigo>. ¡¿Qué te parece, amigo Libertad?!. Esta mujer irradiaba su inmensa felicidad por todos los poros de su cuerpo. ¡Ah!; allí se encontraban muchas como ella; cuidando lo que allí había: seres humanos que sus familias no podían atender, y que las instituciones del Estado daban de lado. Por favor, Libertad, cursa una visita a dicho centro; verás allí much@s cristian@s. Y, esto es sólo un ejemplo. Vicente Ferrer, recientemente fallecido, en la India; la madre Teresa de Calcuta, y sus hijas, cuidando de los más pobres de los pobres de este mundo... much@s cristian@s, amigo Libertad. Y por la calle, discurriendo en sus obligaciones, en sus trabajos, en la familia, en la política y en la economía, etc., much@s critian@s, amigo Libertad. Los demás, entre los cuales de incluyo, intentamos seguir a Jesucristo.
Después me pides explicaciones sobre las desigualdades de este mundo, y que el Cristianismo no ha conseguido erradicar. ¿Esa labor, amigo Libertad, le corresponde al Cristianismo o a l@s cristian@s... a ti también?. Mira, amigo Libertad, desde el momento en que Dios nos hizo libres, por el hecho de ser libres, también somos desiguales. Si no fuéramos libres, que lo somos, entonces seríamos tod@s iguales. Tú ten la absoluta confianza y seguridad que la justicia de Dios, no la de los hombres, siempre triunfará. En esta vida hay much@s malvad@s que viven muy bien, mientras también hay muchas personas buenas -léete el libro de Job- que viven desgraciadamente. Esta es la justicia de los hombres, que utilizan inadecuadamente su libertad (= inteligencia, fraternidad, justicia, poder, riquezas...). En la novela de Aldous Huxley, <Un mundo feliz>, donde todos eran iguales, al final prefirieron ser parecidos a los humanos, desiguales pero libres. El problema es que hacemos muy mal uso de nuestra libertad. Jesucristo, amigo Libertad, al ser verdadero hombre y verdadero Dios, también sufrió las injusticias de este mundo, le condenaron por blasfemo e instigador social. Pero Dios, su Padre, Abba, lo glorificó resucitándolo. Es decir, al final triunfó la justicia. Podremos evadir la justicia de este mundo, pero es inexcusable e inexorable la Justicia de Dios en la vida futura.
Espero, Libertad, que estas sugerencias te hagan reflexionar y meditar.