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ALDEA DEL REY: ¡Oh habichuelillo! En la noche de Reyes se me despierta...

¡Oh habichuelillo! En la noche de Reyes se me despierta el recuerdo que guardo de ti. Es difícil que sepas quién soy y mucho menos que me hayas conocido, pero ¿qué importa, si mi vida no ha de cruzarse con la tuya? Sólo quiero decirte que estoy orgulloso del hombre bueno en que te has convertido. De pequeño eras muy travieso, pero sin un asomo de maldad; representabas muy bien los rasgos buenos y no tan buenos del pueblo en que creciste. Me encanta comprobar el dominio que has adquirido de la escritura; nunca lo hubiese imaginado, créeme. En aquellos años te sobraban kilitos, y hoy te faltan cabellos. Pero tu alma brilla de grandeza, y eres como una brisa de consuelo en medio del incipiente estertor del pueblo que tanto amas. Tu tenacidad ha hecho que la antes decrépita banda de cornetas y tambores brille hoy con luz propia. Gracias. En tu juventud veo esperanza para el pueblo, y deberían darte la relevancia que mereces.
Habichuelillo, de tu boca nació el perdón, y en las nubes todavía se recuerda aquella gesta tuya. Habichuelillo, ojalá hubiese una mágica planta de habichuela como la de los cuentos de hadas, que echase su tallo a los cielos nublados y te permitiera venir adonde yo estoy, sólo para estrechar tu mano tan llena de bendiciones.
Habichuelillo de los pisos, tu pueblo es Aldea, y allí eres querido. Es tu mayor riqueza, pues ten por seguro que si yo dijera quién soy, sería despreciado. Aquí en las nubes, mi santuario de soledad, sólo me visitan los pájaros, y nadie me incomoda ni yo incomodo a nadie.
Pero si yo pudiera tener un amigo, tú ocuparías uno de los primeros puestos entre mis preferidos.
Habichuelillo, Dios sea contigo.
El jardinero de las nubes.