Ofertas de luz y gas

ALDEA DEL REY: ¡Loor al más grande mutilador de palabras que han conocido...

¡Loor al más grande mutilador de palabras que han conocido los siglos aldeanos! Formado a distancia en la prestigiosa academia de Tordesillas, bajo los auspicios de don Alonso Fernández de Avellaneda. Miembro numerario, por consiguiente, de la sagrada orden de la pluma de avestruz.
Escritor es un sustantivo que le viene pequeño. Llamémosle comentarista político, ganadero porcino (con todos mis respetos para tan nobles animales), divulgador científico, histórico, anatómico forense, etcétera, porque al ser bebedor a dedaladas de la insondable fuente de la cultura no sabríamos qué denominación aplicarle.
Todo era oscuridad antes de que lanzase su flatulenta escritura a las rotativas municipales, y desde entonces se hizo la claridad, que en este caso no es sinónimo de iluminación.
Como quiera que no logró que las palabras se tornasen cera en sus dedos derechos, optó por entregarlas a inmensas torturas gramaticales e infligirles continuos mamporros semánticos. Gracias a sus textos, se nos hizo insufrible el baño del barranco, a poco aborrecemos nuestro amado convento y tuvimos noticia de una nueva titulación universitaria: Técnico Ingeniero Agrícola (parece que así suena más importante).
Y la cultura para él consistía en pasearse por las calles y la biblioteca llevando en ristre gruesos tomos amarillentos, de tejuelos de piel desvaída (acaso porcina). Siempre caminando de está guisa, allá donde pudieran verle en tan intelectual tarea. Así descubrió que se puede leer a través de los codos y no a través de los ojos, como una vez tuvieron el desatino de enseñarme.
En cierta ocasión escribió sobre esos seres grises ni fríos ni calientes, que pasan por la vida sin hacer ruido y sin participar en nada; todo lo más, cuando llegan las fiestas patronales, se atreven a ir a la Plaza a comprarse un helado "anca" la Luisa, y se vuelven a casa a pie enjuto... Con tales pinceladas, me sentí fielmente retratado, y espero haberle devuelto el favor.
Pero creo que aún me queda bastante para alcanzar la iluminación, que tampoco es sinónimo de claridad.
El jardinero de las nubes.