Te lo dedico a ti:
Conseguiremos salvarle del frío de su mundo hecho de sombras. Haremos que cambie el inmutable lamento de las máqui-nas por la voluble música de los pájaros. Y podremos lograr que vea la puesta de sol, esa ave de alas doradas, libre de los afanes que en-sombrecen su vida.
No sufras más, y acurrúcate en nuestro corazón. Busca la di-cha de la ignorancia antes que el dolor de la ciencia; deja de ser la hoja batida en medio del huracán.
El amor que tú buscas no es un torrente desbordado; se asemeja más bien a esa lluvia fina bajo cuyo hálito crecen fecundas las plantas.
Te hemos abierto espacio en nuestro jardín de eternidad. Hemos hecho para ti colchones con la hierba de mayo, y el dosel de tu lecho es una nube rosada por el atardecer.
Entonces romperás las cadenas que te esclavizan a las som-bras; no querrás ser más que esa humilde gota de rocío posada sobre el esplendor de las flores.
El jardinero de las nubes.
Conseguiremos salvarle del frío de su mundo hecho de sombras. Haremos que cambie el inmutable lamento de las máqui-nas por la voluble música de los pájaros. Y podremos lograr que vea la puesta de sol, esa ave de alas doradas, libre de los afanes que en-sombrecen su vida.
No sufras más, y acurrúcate en nuestro corazón. Busca la di-cha de la ignorancia antes que el dolor de la ciencia; deja de ser la hoja batida en medio del huracán.
El amor que tú buscas no es un torrente desbordado; se asemeja más bien a esa lluvia fina bajo cuyo hálito crecen fecundas las plantas.
Te hemos abierto espacio en nuestro jardín de eternidad. Hemos hecho para ti colchones con la hierba de mayo, y el dosel de tu lecho es una nube rosada por el atardecer.
Entonces romperás las cadenas que te esclavizan a las som-bras; no querrás ser más que esa humilde gota de rocío posada sobre el esplendor de las flores.
El jardinero de las nubes.