En el año treinta y seis irrumpieron en la
iglesia unos milicianos en busca del cura para dar un
paseo con él. Como a el cura no le gustaba pasear con desconocidos, puso tierra de por medio para que no le pusieran tierra por encima. Fué tal el cabreo de esa gente, que la tramaron con los
santos del
altar, y sacándolos fuera los colgaron de los
árboles.