BIELVA: Buceando por Internet, encontramos interesantes apuntes...

Buceando por Internet, encontramos interesantes apuntes de nuestra cultura como éstos:

Las rondas y los grupos petitorios

Vieja costumbre en Cantabria ha sido el salir de noche para cortejar a las mozas. Los rondadores eran hombres solteros que iban solos o en grupos y cuando éste era numeroso les dirigía uno que hacía de “mozo mayor”. La temporada de rondas comenzaba en San Juan cuando se ponían los ramos y duraba hasta el día de San Miguel. Según “Córdoba” no se llamaban rondas a las rondallas musicales ni a las comparsas petitorias. A veces se cantaban las rondas también a la vuelta de las romerías, a la salida de las deshojas o, en verano, y con las mozas, al regresar de los prados. No se cantaba en ellas un tipo de canción específica ni solían usarse instrumentos aunque en Peñarrubia los cantores se acompañaban del son “admirablemente concertado de dalles y colodras, con otros instrumentos campesinos”.

El mozo que iba de ronda anunciaba su presencia con ijujús y al llegar frente a la casa de la que iba a cortejar cantaba algunos cantos de salutación o que reflejaban el estado de su ánimo o el de las relaciones que mantenía con ella. Ej.

A tu puerta están cantando
y tú, niña, no lo entiendes;
tu galán es el que canta,
morena y salada,
despierta, niña, si duermes.
Cuatro pinos tiene su pinar
y yo te los cuido;
cuatro majos los quieren cortar,
no se han atrevido.
Esta noche rondo yo,
mañana ronde quienquiera;
esta noche rondo yo
la casa de mi morena.

Si la moza tenía interés en el que cantaba, abría la ventana y hablaba con él un rato. Cuando había más de un pretendiente, estos procuraban superarse unos a otros lanzando ijujús de desafío y llegando en ocasiones a enfrentarse a palos. Lo mismo sucedía cuando rondaban varias cuadrillas en las que iban los mozos rivales. Si los rondadores iban a cortejar a otro pueblo era costumbre pedir antes permiso a los mozos locales quienes solían otorgarlo después de que los forasteros pagaran como patente cierta cantidad en vino o en dinero. Cuando alguno se negaba a pagarla, los del pueblo le obligaban a beberse uno o varios sombreros llenos de la fuente. Si eran grupo, los perseguían a pedradas o se enfrentaban con ellos a palos para negarlos el paso.

“El ijujú”, “relinchíu” o “jípido” que lanzan los mozos es un grito sonoro y retumbante semejante a un relincho y puede expresar saludo, reto, alegría y despedida; era un grito de guerra.. (El ijujú se parece al ataruxo gallego que era un grito celta en honor al Sol.)

Manuel Llano le describía así:

¡Ijujús! de los vaqueros que se despiden del pueblo. Ijujús agudos y prolongados en esta mañana apacible. Más estridente que el silbo de un tren, el baladro celta que nos conmueve y nos acaricia. Ansias fuertes en el grito de despedida. El alma puesta en el retorneo, en el lamento, en el adiós. ¡Cuántas alegrías, cuántas pesadumbres, cuántos recuerdos en este vibrante saludo de los pastores que se alejan de Bañaflor!

Comienza pujante, erguido, como un reto y una provocación. Termina trémulo, triste, apagado como deshecho en penas, en lágrimas, en ternuras. La estridencia se suaviza, se arrepiente, se hace dulce y se torna en querella. Primero, torrente en la hoz, con rabiones y espumeros. Después, rumor de fuente en pradera, con aguas sosegadas en caminito verde.

Las letras y en las rosas, los robles y las peñas, las yedras y las malvas de la tierra en este grito de los vaqueros y de los sarrujanes que van a Palombera. Grito rebelde y manso a la vez, de pastores y romeros, de amores y desventuras, de lágrimas y esperanzas, sensaciones ásperas, de suaves inquietudes. Más rotundo que el astur. Más recio que el galaico. Todas las tueras y todos los almíbares de la raza, todas las mansedumbres, todas las energías, todas las severidades, todas las templanzas de este elemento -reto o querella, súplica o requiebro- que trasciende a dicha o felicidad, a lloro o regocijo.

Ijujú del cabrero, del labrador, de enamorados y mohínos en lides y devaneos de ronda y cortejo. Ijujú de ansias y frenesíes en primer moceo, en la primera lucha de antruido, entre hondas, belortos restallantes como látigos y campanos de majuelos duros.

Reflejos de los sentimientos, de las flaquezas, de las gallardías, de los recelos, de los quebrantos, de las perezas, del optimismo, en este baladro agudo que tiene gorjeos y saetas.

Ijujú de Cabuérniga, seco, alto, tembloroso, como el de Campoo. Ijujú de Pas, fuerte como nota de bígaro bien tañido. Ijujú de Trasmiera, enérgico, prolongadísimo, con mucho adorno de retorneos. Ijujú de Rionansa y de Carmona, de Cabrojo y de Tudanca, seco, noble, recio, acentuado y lánguido al final como copla de baile. Ijujú de los pobres “lobetos” de Viana -pueblo de cerezos y lumbres-, manso, suave, débil, largo, apacible. Ijujú de Bárcena Mayor, leve, áspero, trémulo, que se mezcla con los rabiones iracundos del viento en las noches de nieves y ventiscas. Ijujú de Reocín, de Iguña, de Peñarrubia, de Liébana, de Polaciones, de Lamasón, de Valdáliga…

10. Bibliografía

La información está sacada de libros de la biblioteca municipal de la Vidriera; de los CD de música folk actual; de amigos amantes del folklore de Cantabria, de revistas de Cantabria, de artículos sobre nuestra tierra, de libros de texto, étc.

Procedencia de los textos del trabajo

-La música en Cantabria de Julio C. Arce Bueno (Fundación Marcelino Botín), sacado de la biblioteca la Vidriera.

-Los montañeses pintados por sí mismos de Salvador García Castañeda (Colección pronillo), de la biblioteca la Vidriera.

-Un texto sobre las marzas de José Miguel Lamalfa Díaz, sacado de la enciclopedia de folklore cántabro de la Vidriera.

-Texto sobre el panorama y perspectiva de la música en Cantabria de José Luis Ocejo de la enciclopedia de folklore cántabro de la Vidriera.

-CD de Luétiga “La última cagiga” y “Nel, El Vieju”; CD de Saltabardales “por tu puerta voy entrando …”

-Música y canciones de Cantabria de Arturo Gómez López; libro de texto de Iniciación a la música.