Ahí estoy a mis más o menos ocho años de edad, que es cuando se hacían estas cosas, con el típico
traje de marinero, que no sería nuevo seguramente y vete tú a saber de quién, gracias a la solidaridad tan imperante en aquellos años pude hacer la
comunión dignamente, me queda bien, no obstante, para que el traje fuese prestado.