Hilera tras hilera, estas perfectas oquedades, teñidas de verde, ocre y negro, terminaron por dibujar un patrón único en el suelo. Con el tiempo, tan sólo las
bodegas y algunos
edificios agrícolas han permanecido en La Geria, desperdigados en perfecta sintonía con un
paisaje de conos volcánicos,
lagos de lava y misteriosas
cuevas.