La solución se encontró en la geria: un hoyo con forma de embudo que, excavado en las gruesas capas de picón —o cenizas volcánicas—, permite llegar a tierra fértil mientras se retiene la humedad del rocío. Estos profundos hoyos y los muros de
piedra seca construidos a su alrededor servirían de cobijo frente a los vientos alisios constantes en la isla.