Entre 1730 y 1736 tuvo lugar el evento natural más determinante de la
historia de
Lanzarote. Durante casi seis años, una serie de violentas erupciones volcánicas cubrieron aproximadamente una cuarta parte de la isla con coladas de lava y ceniza, lo que equivalió a unos 174 km². Aldeas como Chimanfaya,
Santa Catalina o Maretas desaparecieron bajo la lava.