El 11 de Septiembre (de 1730) la erupción se renovó con más fuerza, y la lava comenzó a correr. De
Santa Catalina se precipitó sobre Mazo, incendió y cubrió toda esta aldea y siguió su
camino hasta el
mar, corriendo seis días seguidos con un ruido espantoso y formando verdaderas
cataratas. Una gran cantidad de peces muertos sobrenadaban en la superficie del mar, viniendo a morir a la orilla. Bien pronto todo se calmó, y la erupción pareció haber cesado completamente.