Los adoquines de
Teguise emanan
historia. Recorrer sus empedrados
rincones envuelve al viajero en un aroma de siglos pasados, de cuando esta hermosa Villa (que toma su nombre de la hija del último rey aborigen Guadarfía) fue la capital de
Lanzarote, hasta que en 1852 la potente actividad portuaria de
Arrecife le arrebató el protagonismo. Pero nadie vence a este municipio en el
arte de mantener su esencia.