Sesenta y cuatro años después de la muerte de Sancho de Herrera, en 1564, don Agustín de Herrera y Rojas, primer conde y marqués de
Lanzarote, también dio prueba de sus virtudes cristianas dejando en su testamento una misa perpetua todos los sábados y festividades de Nuestra Sra. de Miraflores para sufragio de la ánimas del Purgatorio, otra misa cantada cada año para la
virgen de la Concepción.