Una barra asegura la ausencia de peces malignos, a la vez que encalma toda la superficie de la preciosa cala. Su declive, desde la tierra al
mar, es sumamente suave, sin socavones ni obstáculos. Poco más hacia el norte se llega a los «bajos» de los Sables, ricos en lapas y burgados muy sabrosos, que están al alcance de la mano