Durante veinte minutos de moderado ascenso, los cultivos de parras, higueras y leguminosas, todos arenados en ceniza volcánica, infunden en el observador respeto por el áspero pasado agrario que el
pueblo conejero arrastra. Tímidas panorámicas de la
Playa de Famara y de la isla de
La Graciosa comienzan a aparecer en determinados recodos del
camino, alentando aún más si cabe una más pronta subida.