Desde el punto de vista paisajístico, las palabras sobran. Con 23 kilómetros de longitud desde
Haría hasta
Teguise, los
acantilados de Famara se levantan como inmensos murallones enfrentados al litoral. Resultantes de una superposición de coladas lávicas durante el Mioceno medio-superior —hace entre 11 y 6 millones de años—, la erosión marina terminó de modelar sus líneas tal y como hoy las conocemos.