Un episodio curioso lo recuerda el acta del Cabildo de 1640, citada por Berriel y Montelongo: «se da como descargo los catorce reales pagados por haber ido con los religiosos a hacer los exorcismos al
Valle de
Haría para alejar las plagas de tan temido
insecto». Los exorcismos apenas surtieron efecto: las langostas siguen visitando la isla de vez en cuando.